Nos ponemos en marcha siendo aún noche cerrada (como casi siempre…). El Tito hizo sonar unas coplillas a las que al parecer es muy aficionado, una música étnica que nos hizo recordar las aventura de delicuentes y salteadores de caminos muy famosos en su época, como los conocidos Torete, El Vaquilla, El Lute (camina o revienta) y otros, cuyas andanzas solían ir acompañadas siempre de esa banda musical que nos amenizó el camino hasta la parada para el desayuno en Santa Cruz, donde en un popular establecimiento de los de toda la vida, La Galga, nos tomamos nuestras bebidas calientes, panes con aceite ‘del bueno’, y algún zumito de naranja.
Proseguimos el viaje, cambiando más adelante la banda sonora de nuestro viaje (pensaba que en cualquier momento mis acompañantes se pondrían un pasamontañas y participaría en mi primer alunizaje o asalto a un establecimiento del camino) por música más refinada, tan del gusto de Sénderix (quién lo diría, con la infancia tan rústica que tuvo y los gustos tan finos que me gasta). Ignoro si el cambio musical del Tito fue un acto de homenaje a nuestro compañero Sendérix, ya que hoy peregrinamos hasta el lugar de su nacimiento.
Llegamos a Zuheros, bella localidad a los pies de la subbética, a las 8:30. Ya se oía el rumor del río Bailón, hasta cuyo nacimiento llegaremos más tarde. Unos momentos para que nuestros viajeros se acomoden sus ropas de abrigo, sus mochilas y…, en marcha. Comienza el camino por un bonito sendero con suelo de piedra viva que asciende desde el km 0 y que muestra unas bellas panorámicas de ese pueblo tan blanco, tranquilo y bonito como es Zuheros, y poco a poco nos adentramos en el corazón de la subbética, enigmática, salvaje y misteriosa.
Las últimas lluvias de este invierno han hecho revivir al río Bailón, que sin llevar una cantidad ingente de agua, lo dotan de un rugir que alegra la mañana de este domingo que ya apunta soleado y extraordinario, después de tantos días sin ver el astro rey.
Remontamos el sendero, acompañados del Bailón, que debemos cruzar en varias ocasiones, y atravesamos un sendero donde el musgo cubre rocas y árboles secos dándole un aspecto fantasmal, como de bosque de duendes y hadas. En ese momento, la bruma que ya se levanta, oculta el sol y nubla el cielo, apareciendo de improviso…,sí: ¡LA ENCINA QUE PARIÓ A SENDÉRIX! A mi memoria viene la antigua leyenda, ya perdida en el tiempo:
“...Lucinda, la bella hija del cacique del lugar, que quizá habitaba en el castillo cuyas ruinas podemos hoy admirar coronando la plaza del pueblo en Zuheros, se enamoró de Romualdo, un joven aldeano, humilde pero apuesto y gallardo. Ambos hacían escapadas nocturnas a hurtadillas y daban rienda suelta a su pasión juvenil bajo tan magna encina, las noches claras de plenilunio. Cuando el cacique descubrió que su hija mancillaba el honor de la familia, acudió a un mago que lanzó una maldición sobre Romualdo: durante el día perdería su forma humana, convirtiéndose en un marrano jabalí. No obstante, los encuentros seguían produciéndose siempre que podían. El jabalí aguardaba bajo la encina, comiendo sus sabrosas bellotas, la llegada de su amada. Y al ponerse el sol, gozaban juntos de nuevo. Cierta noche, los sorprendió el primer rayo de sol, que una vez transmutó de nuevo a Romualdo en marrano jabalí, justo en el momento en que derramaba su simiente en la tierra en que la magna encima hundía sus raíces…. Nueve meses después, del vientre de la encina nacía un niño fuerte y robusto, con un frondoso bigote negro que fue trocando en blanco níveo con el paso de los años. ¡HABÍA NACIDO SENDÉRIX! Nuestro héroe. El niño se crió alimentado de bellotas de la encina, protegido por una manada de marranos jabalís, durmiendo por la noche en el interior de la encina, cuya abertura aún hoy día puede contemplarse. Ya en la adolescencia, Sendérix, fue capturado en un safari junto a otros hermanos jabalís, por unos cazadores procedentes de la Galia, y adoptado finalmente por una de sus aldeas más belicosas e irreductibles, allá en los primeros tiempos del Imperio Romano. De ahí que Grumetillo sea simplemente su primo ‘adoptivo’. Pero eso es otra historia…”
Centrémonos en la jornada de hoy. Durante unos momentos nuestro grupo veneró aquel árbol secular, tan anciano y majestuoso, la encina que parió a Sendérix, y que nos trajo a tan peculiar personaje, y continuamos nuestro camino, hallando a pocos metros la fuente LaFuenfría, donde un cruce de caminos señala a 7 km el Picacho de la magna ciudad de Cabra, antigua Qabra, Egabro, Licabrum o Igabrum, según los muchos pobladores a lo largo de la historia (turdetanos béticos, musulmanes, romanos…..). Tras unos km siguiendo dicha indicación, nos desviamos a la izquierda en busca de nuevo del río Bailón, cuyas famosas ‘Chorreras’ encontramos de improviso, un primer salto o cascada ante el que hacer un alto para reflexionar y admirar.
Continuamos río arriba, ignorando yo mismo a nuestro protagonista de hoy, Sendérix, que como siempre guía al grupo por el camino más escarpado y complicado, una subida a la derecha de la cascada de imposible subida, que termina cascando otro báculo de nuestro genial literato, El Tito. Pues bien, yo, que una vez más porto los mapas de ruta ante la incipiente presbicia de Sendérix, sospecho que la subida es por la izquierda. Me pierdo la emoción del ascenso de mi grupo pero me veo en la responsabilidad de hallar un mejor camino, pensando en la vuelta, ya que la otra bajada supondría bastante riesgo y roturas de coxis.
Lo que hallamos en la planicie superior es una bella estampa. El río Bailón se extiende en una lámina de agua calma, antes de precipitarse por la primera cascada, que remontamos en busca de la segunda cascada, más impresionante aún que la primera. Mientras dedicamos unos minutos a contemplar tal belleza, podemos observar el vuelo de un águila majestuosa que se eleva tras una loma.
Remontamos esta segunda cascada y atravesamos una especie de bosquecillo de árboles secos y musgo, para llegar hasta lo que parece el nacimiento de río Bailón, que emerge de las profundidades de la tierra, y comenzamos el retorno, mientras Romerillo husmea –metido en su papel de Ideálix- una construcción en la piedra que parece esculpida por la mano del hombre.
Durante la vuelta el sol se oculta tras un cielo que torna gris por momentos y lo que fue un alegre paseo de ida, se vuelve un poco ‘pegajoso’ a causa del barro que a la ida estaba helado por las bajas temperaturas de la noche, pero que tras el incipiente deshielo se pega en nuestro calzado volviendo lento y un poco penoso el caminar, aunque esto no parece afectar a Sendérix, que marcha muy adelantado y a buen ritmo acompañado de Romerillo, que no se retira de su vera. A esas alturas, nuestro venerable anciano y Gran Maestro, Magistrix, comienza a resentirse de su cadera y a preguntar con insistencia acerca de la dificultad de lo que queda por venir, pues, ya puestos, Sendérix ha sugerido visitar el Lobatejo (1.379m), una gran mole redondeada de escasa vegetación debido a un gran incendio en tiempos pasados y que seguramente visitaba mucho en su tierna infancia, pero con el paso de los siglos ha olvidado el recorrido y durante un rato nos hace pasar ‘las de Caín’. Para continuar nuestro recorrido de vuelta a Zuheros pasando por el Lobatejo, hay que descender antes un cañón cuyo descenso no vemos nada claro. Es más, nos vemos envueltos en una bajada surrealista, dando definitivamente vuelta atrás ante la imposibilidad de continuar y restando perfección a esta bonita peregrinación de hoy. ¡Qué se le va a hacer! ¡Nada ni nadie es perfecto! Aprovechamos para tomar algunos alimentos y para discutir la vuelta, discusión que se eleva de tono, al chocar la cabezonería de Sendérix y la falta de interés de Magistrix por vivir emociones demasiado fuertes para su edad. Ante lo que parece el inicio de una nueva guerra púnica, decido adelantarme a inspeccionar el terreno, seguido de Romerillo que me acompaña para otear el horizonte. Lo que veo me parece un poco ‘sobrecogedor’: una imponente bajada se interpone entre nosotros y el fondo del cañón, una bajada al alcance de una cabra como Sendérix y de un pequeño pero ágil cuadrúpedo como Ideálix, en el que se convierte Romerillo para estos menesteres. Tal vez también del orondo Verédix –el otro yo del Tito, con poderes sobrenaturales, procedentes de su precoz inmersión en la marmita de poción mágica-, pero me preocupa nuestro Gran Maestro, cuyo vértigo a las alturas es legendario. Tras estudiar la situación, decidimos descender. La bajada se vuelve cada vez más complicada y el grupo se va distanciando. De pronto me parece percibir un extraño ulular sobrecogedor traído por el viento: “....cabronesssssss, que m’habeis dejao solooooooo…..cabronesssssss….” ¡Ay, el Gran Maestro! ¡Pobre!. Sufro por él porque yo soy muy respetuoso con la tercera edad y con las personas impedidas, pero es necesario que abramos camino y nos adelantemos por si finalmente fuera necesario volver sobre nuestros pasos. Yo creo que con este tratamiento de shock nuestro querido Maestro ha superado su legendario vértigo...o no lo hará nunca. Por fin llegamos al fondo del cañón (flanqueado a un lado por la vertiente que acabamos de bajar y al otro por el Lobatejo), y ante el dilema de saltar el vallado que encontramos abajo o volver a subir por donde hemos bajado, optamos por lo primero. Una vez sorteado nuestro último obstáculo, el camino se vuelve más agradable, contemplando al fondo las vistas de una Sierra Nevada que en estos momentos hace honor a su nombre y una villa que quizá pueda ser Zagrilla Alta.
A partir de este momento, el camino es fácil de transitar pero algo duro por la continua subida, que atraviesa el Cerro de la Montosa, dejando justo a la derecha el Cerro de las Mentiras (1.199m) Ya llevamos un número considerable de kilómetros, y eso, unido a la dureza de una ascensión interminable, comienza a afectar al Tito, que sufre de alucinaciones con huevos fritos, morcillas y demás embutidos grasos. Como se retrasa y su rostro delata su pequeño calvario interior, he pensado para próximas ocasiones balizar el recorrido con ristras de chorizos y morcillas colgados de los árboles. Para el que no lo sepa, las balizas son esas cintas de colores que cuelgan de los árboles los romanos para marcar el recorrido de sus pruebas deportivas pedestres. De esta manera, el caminar del Tito sería más agradable y menos penoso sin lugar a dudas.
Una vez coronado el puerto, comienza el progresivo descenso hasta el poblado de Zuheros, al que uno no parece llegar nunca, dada la hora del día y las ganas de reponer fuerzas con sabrosas viandas y cerveza fresca. Pero como todo lo bueno, se hace esperar. Atravesando bellos parajes llegamos finalmente a los alrededores de Zuheros, descendiendo justamente por un lugar dedicado a la oración, un espléndido balcón por encima del pueblo, hasta el que nos acercamos por una especie de vía crucis, pues varias cruces jalonan la bajada, estando la enorme cruz que corona arriba del todo dedicada a una conocida beata del lugar.
Allí Romerillo y el Maestro, los más devotos, nos invitaron a unos momentos de recogimiento del espíritu, empeñados en que había que pedir perdón por los muchos pecados cometidos en aquella aciaga jornada. Aunque este es un grupo muy respetuoso con el medio ambiente, con los valores humanos, y, como demuestra alguna de las imágenes de esta misma ruta, un verdadero equipo, donde cada uno sabe cuál es su sitio y todos somos importantes. Sólo las lenguas viperinas podrán decir de nosotros lo contrario, y acusarnos inmerecidamente de comportamiento calumnioso, maledicente o lujurioso, a no ser que espíen nuestros pasos o nuestros correos.
Pues este día en el que no conseguimos por primera vez alcanzar nuestro objetivo al completo, alguno fue tachado también de pecar de soberbia y de ira, y puede que hasta de envidia, y, un poco más tarde, ante los suculentos manjares que degustamos, alguno también de codicia y de gula.
Pero a nuestros dos beatos amigos no le hicimos mucho caso y sólo comentó alguno de nuevo aquello de: - ¿Qué le vamos a hacer? ¡NADIE ES PERFECTO!
Para acabar buscamos una posada donde dar cuenta de un sabroso y refinado almuerzo, acertando de pleno, pues el lugar (Señorío de Zuheros) resulta ser agradable y acogedor, accediendo el posadero a pequeñas modificaciones en sus recetas culinarias para satisfacer el apetito voraz del Tito.
Finalmente concluimos la ruta de hoy volviendo a Corduba a la caída de la tarde, no sin antes recibir todos unos obsequios que nos tenía reservados para la ocasión El Tito, con unas bonitas dedicatorias que todos pasamos a leer con profundo agradecimiento.
Mientras nos alejamos del bonito poblado de Zuheros, perla blanca de la subbética, me parece oír un lejano quejido que surge de las profundidades de esas montañas, -o quizás sólo sea el ulular del viento-: (¡¡¡cabroneeeeessssss, que m’habeis dejao solo….. cabroneeeeessss!!!)
Zuheros, abrazado por tajos de piedra,
Almendros, olivos, higueras y flores
Siento mucho como te quedas
Despoblado, Solo, tú no me llores.
Pronto regresarán a tu seno, los hijos
repartidos por tantas y diversas tierras,
y devolverán la alegría a tus calles
con sus retoños de sangres nuevas.
Tu plaza se verá de vida llena
en semana santa, verano y fiestas,
tus hijos rezan, disfrutan y juegan
y recordaran viejas vivencias.
Todo el mundo disfruta y conoce
tus rincones, escominillas y placetas,
en el que de niños, las disfrutamos
y donde hoy, nuestros pequeños juegan.
Este arroyo tan abrupto y marchoso
al que de apellido pusieron bailón,
tan visitado, fotografiado y famoso
que hoy en día, es toda una institución.
Tu castillo robusto, majestuoso y centinela
Desde su altanera y grandiosa atalaya,
Vigila, todos tus quehaceres diarios
mientras mi corazón, lejos de ti suspira
Zuheros cuanto te añoro y extraño.
(Poesía de: Caballero Templario)