Los senderistas en las puertas de una finca de las JarasRomerillo en las fuentes de PopeaEl tito reposando en el árbol caídoRuta triangular de San Juan
 

Ruta de San Juan

Trassierra, El Bejarano, Las Siete Fincas, Lagar de la Cruz, GR48, Las Jaras, Los Arenales, Baños de Popea y vuelta a Santa Mª de Trassierra. -24,5 Km-

Romerillo bajo el arco de Popea

A las seis en punto de la mañana recogía el tito en su bólido a su sobrino de su mansión en el Vial Norte de una ciudad aún hechizada a esas horas por una superluna de San Juan. Treparon trepidantes en silencio las infinitas curvas de la carretera de Trassierra, tan sólo amparados por el descomunal satélite y por la sutil melodía de Pink Floyd, hasta aparcar el obediente vehículo en el solitario centro de la más extrema de nuestras barriadas.
Inútil disfrazarnos de cíclopes con las linternas frontales; San Juan ni quiere mitología pagana ni requiere artificios. Así pues a las seis y media comienza nuestra noctámbula singladura hacia las afueras, bendecidos por el tenue resplandor del amanecer y la fugitiva farola de San Juan, entre la adormecida urbe y los sombríos pinares de esta tierra nuestra tan próxima y lejana a la vez.

Pretendemos realizar una ruta reducida de la que denominamos De Trassierra a Trassierra, evitando la vereda de la Pasada del Pino. Se trata de una ruta triangular cuyos vértices sean El Lagar de la Cruz, Los Arenales y Santa Mª de Trassierra, cuyos puntos distan algo más de ocho kilómetros entre sí.

Tomamos el camino del Bejarano rumbo al Lagar de la Cruz. Dejamos Los Baños de Popea, tan limpia, a la izquierda, esperando encontrárnosla a la vuelta ya aseada por completo, y ascendemos un primer tramo ancho y polvoriento, dejando el camino de la Fuente del Elefante a la derecha, siguiendo recto hacia arriba. Al Bejarano, mítico humedal de las Mágicas Veredas Cordobesas, llegamos en un santiamén, charlando de nuestras cosas; de los proyectos de vacaciones -de Mezquitilla, del cambio del París-Express por el París-Slow…- Pasamos la valla y penetramos por el frondoso sendero paralelo al arroyo, que aún transita estridente este verano, hasta perderse de vista bajo nuestros pies al cruzarlo, para salir al camino de las Siete Fincas.
La acogedora senda da paso pronto a la carretera, para circular entre las setecientas fincas del lugar, que nos dejan en el crucero del Lagar de la Cruz, corazón y punto de encuentro de nuestra Sierra, más conocido vulgarmente por Assuán, a donde llegamos antes de las ocho de la mañana.
Enfilamos el GR-48 rumbo a las Jaras, por ese pasillo terrizo y arbolado paralelo a la carretera. A estas horas aún se demoran los ciclistas en aparecer y los echamos de menos; tan coloridos, tan habladores y tan fugaces. Aunque no esperamos las desbandadas de meses atrás. El verano retrae a los más volubles hacia los atestados multicentros, más frescos pero más peligrosos que la mayoría de los terraplenes del camino; no tanto para la salud como para sus maltrechos bolsillos.
Al llegar a la urbanización de Las Jaras retomamos un largo y pesado trecho por el borde de la carretera, pues el asfalto apura al límite el espacio sin ofrecernos el menor resquicio de arcén. Apenas a la salida de esta agradable urbanización probamos un nuevo sendero que serpentea por el lado derecho, y que aún no está rematado, pues presenta numerosos montones de tierra y piedrecitas sueltas, por donde se hunde el calzado y nos resulta tan tortuoso como caminar por el duro asfalto. Por lo que retornamos a lo malo conocido.
Lo malo llega en forma de largo y pronunciado descenso, por donde se empiezan a resentir nuestras artríticas articulaciones. Las magníficas vistas de la orilla de enfrente del arroyo reconfortan un tanto la tortuosa bajada, y sin apenas solución de continuidad nos plantamos en el hermoso puente de los Arenales, donde nos volvemos a inmortalizar para la web, como si así nos rindiéramos homenaje cada vez que llegamos hasta allí.
Transcurridos los dos tercios de nuestra ruta triangular de San Juan (16,5 Km), nos restan escasamente tres para apartarnos de los sofocantes y ásperos eriales circundantes a la urbanización Solanas del Pilar, y entrar por una espesa selva de arbustos y zarzas, por las inmediaciones del curso del río, hasta llegar a los Baños de Popea, donde esperamos que aún nos espere bien limpita y dispuesta la lujuriosa emperatriz romana.
Los doloridos pies del tito mendigan un lugar donde detenerse de una vez. Al menos evitamos con aquel atajo selvático el incipiente pero sofocante sol mañanero, y, a la vez, se reduce inevitablemente el veloz caminar por la vereda abierta, pues continuamente debemos abrirnos paso entre las zarzas con los bastones, cruzando el arroyo o sorteando troncos por el umbrío suelo. Un poco más allá oímos el chapoteo de unos bañistas y los alegres gritos de la radiante Popea, refrescándose en el fresco río junto a un puñado de esclavas hispanas. Pero nuestro camino, tras un efímero titubeo, nos conduce hacia las antiguas ruinas romanas, que circundan los lugares más bellos de aquel idílico paraje.
Tras dejar constancia de las hermosas cortinas de agua y de las cascadas entre las rocas más espectaculares, encontramos junto a las ruinas un gran tronco tendido sobre el lecho del arroyo, que nos servirá para reposar a modo de gran diván natural en nuestra ansiada parada.
Mientras Romerillo inspecciona los alrededores, para prevenir de las posibles serpientes o alimañas próximas o de los posibles salvajes nativos, le va pelando una naranja a su tío, que lo espera tendido en el enorme árbol caído. Tras dar cuenta del suculento manjar se queda adormecido boca arriba sobre el tronco, contemplando la tupida maraña de la gran bóveda de copas de distintas especies de árboles. Por un momento cree sentir de nuevo en la lejanía el refrescante bullir de las bañistas, y no puede dejar de imaginar, a medida que se concentra, cada vez más nítidamente, sus jóvenes cuerpos desnudos.
Cuando la ficción se convertía casi en realidad la voz de su sobrino lo despertó de su ensimismamiento: - ¡Tiiitoo! ¡Vamonoooss! Que te vas a quedar dormido.
Las últimas memorables fotografías y salimos de allí, gateando, casi a cuatro patas, por una empinada y rojiza senda.
Desde el tupido follaje salimos a otro mundo, como en las mejores novelas de Conrad. Estamos en las primeras fincas de Trassierra, y enseguida en el cruce del Bejarano, por donde esta mañana temprano, salimos todavía alumbrados por la superluna de San Juan.
Nos arrastramos sólo un kilómetro más por los pinares y las polvorientas calles de las afueras hasta penetrar por el epicentro de la población, donde las escondidas almas de la mañana desayunan plácidamente sentadas en las frescas y sombreadas terrazas de los bares próximos, envidiadas por los maltratados caminantes. Son las doce del mediodía y estamos ya en la meta, tras cinco horas y media y 24,5 Km de recorrido.
La última súplica para la postrer foto, como siempre curiosa o accidentada, y nos abalanzamos al capot de nuestro bólido, donde nos espera en nuestra pequeña pero providencial nevera, una super-refrescante bebida isotónica con sabor a naranja. Estiramos un poquito, que siempre es positivo, y nos la llevamos con nosotros, pues, como el aire acondicionado y la musiquilla de Pink Floyd, nos acompañará hasta nuestras respectivas mansiones, donde tendremos todo el día por delante para ocuparlo en lo que más nos plazca.
“Al que madruga; San Juan le ayuda”.
¡Buen camino!

Documentos adjuntos a esta publicación
El tito en el puente de los ArenalesRomerillo en la entrada del camino de los Baños de PopeaEl tito en pleno follajeRomerillo en una gran roca del ríoEl tito saliendo del arco de PopeaRomerillo cruzando el arroyoEl tito en las ruinas romanas de PopeaRomerillo en los Baños de PopeaLos dos senderistas al final en Trassierra
 
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