El Tito, ya es hora de decirlo, se lesionó, y debo señalaros, por su mucha insistencia, que a todos os desea Felices Fiestas y buenas lecturas. No he querido preguntarle sobre los escritores que aconseja, pues suele ser recurrente en él, a modo de manía más propia de octogenario, reproducir como disco rayado aquél cuyo nombre empieza por “Bor” y termina por “ges”. Por mi parte, no sin poca penitencia impuesta por su parte, reconozco que mi relación con éste “alias” queda limitada a la que dictamina mi paladar al catar las excelentes nueces que suelen ponerse a la venta en esta época. Admitiré, en aras de evitar mayores latigazos intelectuales, que la miel no está hecha para mis labios.
Dicho lo anterior, y circunscribiéndome a lo que aquí debe ocuparme, he de indicar que hacía bastante tiempo que no subía a la sierra por la conocida como Cuenta de la Traición, la cual parte del Cerrillo (al final de la Avda. del Brillante) y termina en las instalaciones de Assuam.
Por tal razón, cuando planifiqué el día anterior el camino a recorrer, tomé la decisión de volver a pasar por allí. Esto es lo único que tenía claro, pues decidí al iniciar la ruta que, una vez llegara a dichas instalaciones, me plantearía si tirar hacia Trassierra o, en su caso, hacia el Muriano, optando al final por esto último. La subida a “Torreárboles” siempre me ha generado una gran atracción: si bien es dura (corta pero intensa como el dolor del viudo) una vez llegamos al vértice geodésico las vistas son espectaculares.
Tras recorrer toda la Avda. del Brillante me adentré en la referida Cuesta de la Traición, cuyo sendero, de lo más bonitos de nuestra serranía, es simplemente fantástico. Confluye lo umbrío del paraje con el roquedal que conforma el terreno, guardando en algunos momentos mucha similitud con la subida al mítico O´Cebreiro. Los escalones generados en la roca por la erosión dan una singularidad al recorrido digna de resaltarse, llamando poderosamente la atención la gran cantidad de piedras, de diverso tamaño, existentes en parte de su recorrido, las cuales evidencian el sustrato de la deteriorada calzada romana que por allí discurría. Además, los numerosos carteles informativos y didácticos existentes sobre la flora de dicha calzada, unidos a bancos de madera y mampostería existentes, favorecen la realización de dicha subida en compañía de niños y de toda la familia. Si os animáis a hacerla así, lo ideal es dejar el coche en el Cerrillo y adentrarse en ella sin grandes propósitos, pues su recorrido total no llega a los 3 Km. desde dicho punto de comienzo, siendo aconsejable, una vez lleguéis arriba, iniciar el descenso por la Vereda del Villar, la cual pasa por el Hospital de los Morales, sito en la finca del mismo nombre.
En mi caso, una vez llegué a Assuam, y tras valorar la bifurcación, opté por ir hacia el Muriano pasando por los Villares. El camino en este tramo está completamente señalizado, pues discurre en todo momento por el conocido GR-48.
Al llegar al parque periurbano, debo reconocer que eché en gran falta a mi mejor. Junto al puente de madera que atraviesa la carretera, solemos parar, siempre e inexorablemente, a comer nuestro plátano y departir sobre nuestras cosas. La realidad de hacer el recorrido sin compañía impuso que decidiera seguir y parar en esta ocasión una vez coronado el malhadado pico, lo cual efectivamente hice.
He de significaros que hay que estar muy atentos, tras dejar a la derecha las instalaciones del bar allí existente, para no errar en el recorrido, y ello como quiera que aproximadamente a unos cien metros después de dicho bar el camino gira a la izquierda, lo cual puede pasar por desapercibido toda vez que dicho camino está atravesado por una cadena. Si prestamos atención podremos observar cómo, tras la misma, hay una señalización del GR-48. Una vez pasemos la cadena, a otros cien metros aproximados, tendremos que atravesar una rústica cancela sita a la izquierda del camino, no existiendo a partir de ahí el más mínimo problema ni dificultad, desembocando el recorrido en un túnel que atraviesa la actual carretera de Badajoz.
Tras atravesar el túnel y girar a la derecha, empezamos el ascenso. La subida a “Torreárboles” es, para mi gusto, imprescindible para los amantes del senderismo. La misma, al ritmo adecuado, no debe significar mayores problemas, y desde luego al llegar arriba se compensa sobradamente el sufrimiento inherente al desnivel existente. Merece la pena, una vez coronada, descansar unos minutos y recrearnos la vista con la perspectiva inabarcable que se nos presenta. Podremos observar, a modo de fotografía aérea, la totalidad de la ciudad; la campiña; la Subbética; las colas del Pantano de San Rafael de Navallana; y hasta donde se nos pierde la vista. Impresionante estampa.
A partir de aquí la ruta no presenta especial singularidad. Toda ella es en bajada hasta el Santuario de Linares discurriendo en todo momento por la Cañada Real Soriana. Debo resaltaros, pues me llamó mucho la atención, la lamentable actuación que han realizado en el tramo conocido como “los escalones”, junto a las minas allí existentes. Como consecuencia de la instalación de una línea de baja tensión, han destrozado, literalmente, numerosos algarrobos y pinos cuyo gran porte evidenciaba su carácter centenario. Una auténtica salvajada para los que amamos la naturaleza.
Desde el Santuario de Linares resulta aconsejable dejar a un lado la sinuosa carretera y coger los tramos del Camino de Santiago que por allí discurren, haciéndose de esta forma el recorrido más llevadero y entretenido, amén de más benigno para nuestros maltrechos pies.
Una vez pasada la Urbanización Paraíso Arenal nuestro camino gira hacia la izquierda, buscando la antigua carretera del Muriano, muy conocida por los que ya estamos peinando canas. Llegamos a Córdoba sin dificultad y yo, en mi caso, seguí hasta la Estación de Renfe, lugar donde comencé y concluí tras prácticamente cinco horas y media de recorrido, a un ritmo endiablado de 5,7 Km/hora. Prueba superada.
Concluir señalando que las fotos publicadas con esta ruta no se corresponden con la misma, pues al ir solo opté por no llevar la cámara. Las colgadas se corresponden con fotografías que teníamos en el archivo. Intentaré, en las próximas rutas, echar algunas, hasta tanto la maltrecha rodilla del Tito se recupere y pueda relucir otra vez con todo su esplendor el tándem.
Hasta la próxima. ¡Buen Camino!