Salida desde las cocheras de los autobuses de Aucorsa en el Polígono de Pedroches, punto de encuentro a las 6,45 horas, pues aunque la ruta no será larga, queremos estar pronto de vuelta para la feria. Romerillo comienza a andar solito desde casa en el Vial Norte, dos kilómetros antes.
La previsión meteorológica advierte de la proximidad de la lluvia según avance el día. La mañana se presenta más fresca que las últimas, por lo que retomamos el chubasquero y algo más de abrigo.
Cuando apretamos el cronómetro son las 6,49 h. y es casi completamente de día.
Cruzamos la carretera hacia la entrada del club Asland y bajamos al arroyo Pedroches sin pasar el puente. Seguimos una vereda entre las piedras que nos obliga a cruzar varias veces el arroyo, que es el camino mejor a pie. Pasamos bajo varios puentes y bajo la cinta transportadora de la fábrica de cemento, sin escurrirnos. Hasta llegar al enorme Puente de Hierro, que nosotros atravesamos por la margen derecha del arroyo, vadeándolo inmediatamente después de pasarlo, con cuidado de no meter el pie en el agua. Las primeras fotos allí no salieron demasiado claras.
Al llegar aquí lo normal es coger a la derecha el camino más próximo al arroyo, que después se bifurca en dos, a la izquierda por el arroyo de Santo Domingo y a la derecha por el arroyo Pedroches. Dos caminos preciosos entre la tupida vegetación fluvial. Pero nosotros los cogeremos de vuelta. Al cruzar el agua seguimos de frente subiendo un pequeño repecho que continúa en una cuesta pedregosa de cierta dificultad. Siguiendo una vereda paralela por encima de la ladera, que trascurre ofreciéndonos unas maravillosas vistas de la ciudad, especialmente desde el Mirador de San José. Para seguir bien nuestra ruta hay que tener en cuenta tres cruces seguidos antes del mirador; el primero exactamente a los 4 kms. de la salida, se toma a la derecha, el segundo a la izquierda, subiendo una pequeña cuesta, y dejando de frente el camino principal que lleva al arroyo, y el tercero a la derecha.
El Mirador queda a 300 mts. del primer cruce. Allí nos daremos cuenta de que llevamos ya un buen tramo subiendo y que estamos ya bastante altos. Tenemos después un kilómetro de buenas vistas y de recorrido agradable pasado el mirador, pero para continuar debemos prestar atención a una nueva desviación, que nos adentra entre la vegetación por una pequeña entrada hacia la derecha que lleva a una finca con una casita que habrá que pasar por el lado derecho. Y ya entre varias casas de campo vamos entrando en la urbanización de Santo Domingo, subiendo una carretera asfaltada hasta alcanzar las puertas del venerado Santuario de Santo Domingo, a unos 7 kms. de nuestra salida.
Unas fotos allí y seguimos nuestra ruta pasando por las mismas puertas del santuario, cuya plazuela rinde culto al Cristo de San Álvaro y su iglesia al santo de nombre tan festivo. El lugar es punto de referencia de la romería de Santo Domingo. Y en sus proximidades se extiende uno de los lugares emblemáticos para los cordobeses amantes del perol, tradicional comida campestre a base del típico arroz cordobés.
Salimos de la zona del santuario por una fuerte bajada asfaltada que penetra en el campo. Dejamos a la derecha la vereda del arroyo de Santo Domingo que llega hasta el Puente de Hierro y giramos a la izquierda hacia arriba en el primer cruce. Pasamos una valla por el lateral hasta que a un kilómetro del santuario dejamos la cómoda y ancha senda para bajar a la derecha por un angosto sendero que inmediatamente empieza a ascender sin aparente fin.
Un inciso. Nosotros decidimos tomar aquí la ruta más difícil y enfrentarnos a un tremendo cortafuegos de más de un kilómetro, con una pendiente sumamente fuerte.
Los senderistas acostumbrados a largas y duras rutas verán en ésta un verdadero reto. Nosotros conocemos este tramo y nos gusta de vez en cuando subirlo sin parar hasta arriba, al paso que nuestras piernas y nuestros pulmones nos permiten.
Pero si vuestra idea es la de dar un agradable paseo por la sierra, aquí se acaba el paseo. Os recomendamos seguir recto y dejaros de aventuras, la subida por la vereda que llevamos es suficientemente exigente para no echar de menos al cortafuegos. Serpentea por un sendero entre las jaras que poco a poco será más duro, hasta dar al fin con la parte alta de la carretera de los Villares en la cuesta del 14%.
Los que decidáis afrontar el reto del cortafuegos deciros que consta de tres partes más o menos claras. La primera empieza lentamente desde apenas el cruce y es el tramo más largo. Se trata de unos 700 mts. de un gran desnivel entre pedregales. Que tendremos que subir con paso corto y a veces incluso en zig-zag. Termina ese primer tramo en lo alto de un extraordinario mirador, si nos giramos a la derecha o echamos la vista atrás. Tenemos a continuación poco más de 50 mts. de planicie e inmediatamente volvemos a escalar casi literalmente por el tramo siguiente, más corto, unos 400 mts., pero aún más duro si cabe.
Estamos en el mirador superior. Un espectacular balcón de la sierra donde disfrutaríamos de las bonitas vistas si no fuera porque el corazón y los pulmones tienden a salirse por la boca cuando llegamos allí.
Y no hemos terminado de subir. El que demuestre que en este punto no se para siquiera un momento a respirar y eliminar el ácido láctico de sus piernas que nos ponga un mensaje en la web para que lo incluyamos en nuestra galería de imágenes y en una futura sección de miembros honorarios. Porque sin duda tendremos muchas cosas que aprender de él. Que conste que nosotros no paramos, más por vergüenza que por falta de ganas, pero este es uno de nuestros “ochomiles”, que nos hace subir la autoestima.
El tramo final incluye además de la gran subida, gatear por algunas rocas. Son otros 300 ó 400 mts. que te dan la puntilla definitiva. Un total de kilómetro y medio desde el cruce. Infernales, créanme. Sobre todo si pretenden seguir de cerca a alguien como mi sobrino Romerillo de la Sierra. ¡Un paseíto! ¡Jaa!
No olvidarse salir por la izquierda al llegar a la alambrada de la pista de aterrizaje de los Villares, al lado de un gran cartel y de unas colmenas, bordeándola hasta salir a la carretera.
En ese punto los más exigentes pueden girar a la derecha para alargar la ruta por la vereda que rodea al campo de golf, la Pasada del Pino. O cambiarla completamente recorriendo todo el Parque forestal hasta Cerro Muriano, por la otra mítica cumbre de Torreárboles, que nosotros incluimos en nuestra Gran Ruta Roja.
Hoy seguimos hacia abajo a la izquierda, que queremos acabar pronto, antes de que nos alcancen los negros nubarrones que se ciernen sobre la urbe al fondo.
A pocos metros está ya la carretera hacia el Lagar de la Cruz y por ella, a 600 mts. una singular casa blanca con el tejado redondeado. Pues enfrente casi está la entrada a la vereda de las Conejeras. Son las 9 y 10 h. de la mañana e iniciamos el camino de vuelta. Llevamos 11 kms. en 2 horas y 20 minutos.
Empezamos por una suave pendiente que deja a un lado cuatro destartaladas fincas hasta que a 700 mts. de la carretera encontramos una triple bifurcación. La de la derecha desemboca a pocos metros en la vereda del Villar, y ésta en el hospital Los Morales. Los que vayan de paseo que sigan por aquí. Y la de la izquierda, más ancha, vuelve a salir abajo dando más vuelta, a la carretera del 14%.
Nosotros nos metemos por la de enmedio, subiendo la penúltima cuestecita de nuestro recorrido. La cual nos llevará al penúltimo mirador natural. Y desde allí comienza el alocado descenso. Por un sendero tupido de arbustos entre lo que parece el cauce de un arroyuelo seco, ya siempre en bajada, una bajada peligrosa, no ya para nosotros, sino para las propias bicis que se aventuran por allí. El terreno arenisco, sinuoso y escarpado, de fuerte pendiente, hacen este descenso bastante difícil y poco recomendable a los principiantes. Mucho menos aún hacia arriba. Pero el que quiera que lo pruebe. Ya digo, no sólo cabras sino hasta bicis, pasan por ahí.
Aquel tosco tobogán nos derrama junto a la carretera del 14%, pero en lugar de patearla hasta el Hotel Los Abetos, nuestro próximo hito, seguimos por una incierta senda que baja paralela, entre olivares. Allí nos empezó a llover y dejamos de hacer fotos. Entramos por el lateral del recinto del hotel hasta la entrada del mismo, pasando junto a las verdes pistas de fútbol 7, donde la lluvia no impide tampoco a otros deportistas disfrutar de su afición.
Por el borde de la carretera llegamos hasta Betania, donde las madres Salesas tienen su hogar y convento. Por allí nos metemos al campo de nuevo, por una ancha vereda que nos debe llevar hasta el primer cruce del mirador de San José, que dejamos de madrugada. Lo seguimos de frente, por donde entonces, y, ya en el siguiente cruce, en lugar de subir a la izquierda, seguimos también de frente, para coger la vereda de Santo Domingo hacia Córdoba, hasta el Puente de Hierro.
Por allí se pasa por alguno de los lugares más hermosos de la ruta. A veces la senda nos adentra por auténticos túneles naturales que la propia exuberante vegetación ha ido construyendo. A nuestra llegada al gran puente terminamos de hacer fotos, mientras el resto del camino lo pasamos discutiendo la conveniencia o no de programar con detalle nuestro ambicioso y lejano (en el tiempo y en el espacio) viaje de aventura.
Eterna dialéctica entre materialismo e idealismo.
Llegamos a las cocheras de Aucorsa a las 11 y 35 minutos, con 22 kms. en nuestros mojados pies, tras 5 horas menos cuarto de paseíto.
La última foto en la meta, un poquito de estiramiento y la ingesta de plátanos pone punto y final a este día de senderismo. Una ruta corta pero exigente por las Mágicas Veredas Cordobesas.
¡Buen Caminoo!