Salida en coche hacia Trassierra desde el Vial Norte a las 6,15 horas de la mañana.
Aparcamos en el centro del pueblo (me resisto a llamarle barriada). Y ponemos el GPS a funcionar media hora después, un poco tarde, a las 7 menos cuarto, de día ya.
Seguimos la carretera o calle principal de Trassierra hacia la izquierda unos 400 mts. Desviándonos a la derecha por la calle Camino Caballera, hacia el campo, con destino a los Arenales. Vamos dejando poco a poco cualquier vestigio de civilización, entre casitas variopintas. Avanzamos por un ancho camino que serpentea empinándose al lado del arroyo Molinillo, por nuestra derecha, pasando junto a los Baños de Popea, lugar idílico (locus amoenus) que merece una visita por sí mismo, pero que nosotros hoy apenas divisaremos desde lo alto.
A los 6 kms. entramos en terreno asfaltado por la urbanización Las Solanas del Pilar, donde destaca, en el mismo camino, a la derecha, un parque natural (el Eco Parque Aventura) con tirolinas y entretenimientos múltiples. Y dos kilómetros más allá, el gran puente sobre el río Guadiato de los Arenales, donde hacemos las primeras fotos.
Lo atravesamos y empezamos un largo y duro ascenso por la carretera hasta llegar a las primeras casas de la urbanización las Jaras, a 3 kms. y medio. Atravesar las Jaras por la carretera que llevamos es más entretenido, pero son 2 kms., aunque si os molesta el asfalto os podéis aventurar por una abrupta vereda que marcha por la izquierda en paralelo. A nosotros nos pareció mejor lo malo conocido.
Al salir de Las Jaras, por su entrada sur, la más cercana a Córdoba, nos despedimos del asfalto entrando a 100 mts. más allá por una entrada al campo bastante clara.
La vereda que tomamos desde entonces será La Pasada del Pino, una de las mágicas veredas cordobesas, una de nuestras preferidas, por las enormes rocas que la convierten en un paisaje muy especial. Rocas gigantescas entre enormes pinares, que parecen colocadas por algún hercúleo dios de la montaña.
Por un valle entre los dos montes trascurre nuestra ruta. Por allí hemos visto a menudo descolgarse de una cumbre a otra, un buen número de ejemplares de águilas imperiales, planeando majestuosamente, de una en una, desde el lugar en que anidan en las alturas hasta el otro lado.
Subiremos y bajaremos por las piedras hasta que poco a poco, entre las flores y la tupida vegetación primaveral salimos a la explanada y se allana el terreno hasta la entrada del campo de golf de Los Villares.
Abrimos la verja y penetramos en el recinto. En su interior giramos hacia la izquierda recorriendo el campo por un camino pegado a la alambrada, dejando el aterciopelado verde del césped a pocos metros de nosotros. La alfombra próxima y los pocos golfistas que a aquellas horas alteraban el silencio del lugar, contrastaban con las escarpadas cuestas y el rechinar de nuestras pisadas por aquellos pedregales.
No os confiéis, la belleza del campo de golf oculta una exigente vereda, con subidas considerables, que no terminan hasta la salida del recinto. Y a los 18 kms. también termina aquí la Pasada del Pino.
Cruzamos la carretera hacia la derecha, por un camino que la bordea hacia abajo ya. Un corto trecho, que se corresponde a la extensión de la pista de aterrizaje de los Villares, oculta a nuestra izquierda. A la altura de la entrada del Área de Acampada cruzamos de nuevo la carretera y nos adentramos por el camino de la izquierda. El de la derecha recorre el GR-48, dando una vuelta considerable, otra bonita vereda que dejaremos para otra vez.
Nosotros escogemos el sendero más recto hacia el Lagar de la Cruz, verdadero epicentro de las veredas cordobesas, adonde pensamos hacer una pequeña parada, cambiarnos la camiseta, por una de manga corta por primera vez este año, y tomar un poco de fruta. Llevamos 22 kms. y 4 horas de ruta. Ya está bien.
Salimos a los diez o doce minutos hacia Las Siete Fincas, retomando el asfalto, cuesta abajo. ¡Largo y tortuoso camino!
Porque las bajadas y el asfalto son los principales enemigos del senderista, pero es lo que hay; paso corto, como subiendo, y calzado ajustado. Algunos artistas esto lo bordan y las están esperando para ponerse las ruedas y echar a correr cuesta abajo, literalmente. (“In Memoriam de nuestro querido Clement, al que admiramos en el Camino de Santiago pasado”).
Poco a poco van escaseando las parcelas y penetramos, por tierra en una espléndida vereda que conduce hasta el arroyo del Bejarano, lugar emblemático y “locus amoenus” por excelencia de nuestras mágicas veredas. Inmortalizamos el momento, sin parar, porque hace rato que notamos el calor. Es mediodía y 28 kms. sobre nuestras espaldas.
Desde el Bejarano hasta Trassierra quedan 3 kilómetros de ancho camino entre algunos charcos y los surcos de las bicis, secos ya por el sol de mayo. Entre alcornocales y ganado vacuno en las cercas. Por un paisaje aún verde gracias a las recientes lluvias de abril.
Llegando a Trassierra sube la temperatura, escasean las sombras y aprietan los dolores de los pies. Pero las primeras casas están ya aquí. Dejamos el camino a los Baños de Popea y los letreros nos cantan 900 mts. al pueblo. Al fin, entre las callejuelas asoma la carretera principal y allá al fondo la plazuela donde aparcamos el coche casi seis horas antes. Pedimos que nos hagan la foto de la llegada y paramos el GPS en 31 kms. exactos. A 5,2 kms./hora, no está mal. Una ruta espléndida y circular.
Estiramos un poquito mientras abrimos las puertas del coche para que se airee y sacamos las botellas de agua de la anhelada nevera para echar un trago. Y volvemos a casita a descansar.
Esta tarde no daremos un ruido.
Y ya saben, cuando quieran dar un paseo por el barrio menos contaminado de su ciudad, desen una vueltecita por Trassierra y sus alrededores. Encontrarán alguno de los lugares más hermosos de nuestras Mágicas Veredas Cordobesas.