El Maestro del Prado
De Javier Sierra
Atraído por la conjunción de diversas circunstancias favorables he leído, contra mi norma, El Maestro del Prado de Javier Sierra. Y he de decir que no me arrepiento. Uno se arrepiente de perder el tiempo, que es la sensación que me queda después de leer un mal libro, pero con este creo que no lo he perdido, pues me ha enseñado algunas cosas interesantes, de esas que difícilmente salgan a colación en una taberna. Me parece un relato dignamente escrito, bastante entretenido, bien documentado y hasta enriquecedor. ¿Se puede pedir más?
Comienza la narración con el protagonista, un joven estudiante de periodismo y aprendiz de escritor, contemplando un cuadro del museo del Prado durante largos minutos. Mientras está frente a él se le acerca un hombre de edad avanzada que se ofrece a ayudarle a interpretar ese cuadro. En días posteriores se vuelven a encontrar y poco a poco le va enseñando distintas perspectivas desde las que mirar ciertos cuadros muy concretos, que parecen tener un nexo de unión; un componente místico o sobrenatural al margen de su interpretación ortodoxa.
El joven decide profundizar en la investigación de esos cuadros consultando algunos libros en la biblioteca del Escorial que le revelarán algunas claves importantes y le situarán en el centro de una oscura trama policial en la que está involucrada la identidad del propio maestro del Prado, del que nuestro protagonista sospecha desde el principio por su extraña manera de actuar.
El libro está planteado como la solución de un enigma principal, que es descifrar la personalidad real del viejo maestro del Prado. Pero a la vez es la sucesión de interpretaciones de una serie de obras del museo desde una perspectiva diferente, tomando como base la intención que inspiró al propio autor en su contexto personal e histórico. Y con todos estos datos tendremos las claves para desentrañar la solución a esta misteriosa historia, un descubrimiento increíble.
Se nos revelarán numerosos aspectos ocultos de algunas pinturas que sólo conocerán los verdaderamente eruditos del mundo del arte, los especialistas en la obra de su autor.
Es sorprendente el punto de vista adoptado sobre algunos cuadros como La Sagrada Familia, llamado La Perla –sabrán también por qué- de Raphael Sanzio. En el que se alude, como en otras obras, a una posible doble identidad de Jesús; a la posibilidad de que San Juan fuese su hermano gemelo. Se hace de paso un análisis de la verdadera personalidad de Raphael a partir de cuadros como La Perla o La Academia de Atenas, donde se rastrearán las huellas de su ideología progresista.
Conoceremos la dos antagónicas perspectivas de interpretar el gran tríptico desplegable de El Jardín de las Delicias de El Bosco, la ortodoxa y la de los “hombres de espíritu libre”, también llamados adamitas –entre los que el propio autor se contaba-, porque su ideal de vida era vivir desnudos libremente en el campo, en el Paraíso, como aparecen casi todos en esa pintura.
Tendremos conocimiento de la fuerte relación entre los poderosos reyes Carlos I y Felipe II, su hijo, con algunos cuadros, hasta el punto de necesitarlos en sus aposentos del Monasterio de Yuste o del Escorial, donde murieron. Allí se llevaron La Gloria, de Tiziano, al que le rezaba Carlos V hasta su muerte, o el famosísimo Retrato ecuestre de Carlos V en la batalla de Mühlberg, también de Tiziano, según el maestro del Prado, pintado con la verdadera lanza de Longinos. Incluso El Jardín de las Delicias, un cuadro profano, casi herético, durmió junto a Felipe II en sus últimos días en el monasterio del Escorial.
Para continuar con su repaso pictórico del más allá Javier Sierra narra en boca de su viejo maestro la tragedia de Nastagio degli Onesti, una historia de fantasmas pintada por Botticelli en tres pinturas sucesivas conservadas también en el Prado, basándose en un relato de El Decamerón de Bocaccio, en el que un jinete fantasma está condenado a acosar y matar eternamente a su novia desnuda, como castigo a su suicidio en el bosque tras haber sido rechazado por ella.
Otro de las más enigmáticas pinturas del tema central de esta novela es la de El Triunfo de la Muerte de Brueghel el Viejo, donde se pueden rastrear posibles mensajes ocultos siguiendo el sórdido Alfabeto de Hans Holbein, que el pintor conocería.
El Santo Grial, uno de los enigmas más explotados por las bellas artes, también tiene cabida en el libro de Sierra, pintado magistralmente en La Última Cena por Juan de Juanes.
Otras pinturas del Prado cuya temática se centra en el más allá serán también, como La Gloria de Tiziano, analizadas desde una perspectiva inaudita: La Transfiguración de Raphael, La Encarnación de El Greco, La Natividad Mística de Botticelli o La Visión de Fray Julián de Murillo.
Javier Sierra, periodista y escritor de algunas novelas de éxito como La Cena Secreta, El Ángel Perdido o Las Puertas Templarias, se sirve de un acontecimiento personal vivido en 1990 para escribir un atractivo relato de corte policial con un fuerte contenido bibliográfico, por lo que él no ha dudado en catalogarlo entre sus libros de investigación.
Pero en realidad es la historia de un maestro y un alumno aprendiendo a mirar a un cuadro, mientras en el exterior del museo se va desenvolviendo la verdadera trama de investigación. La propia novia del periodista se convierte en detective para tratar de aclarar la personalidad del maestro y proteger a su compañero. Y hasta los bibliotecarios del Escorial se verán inmersos en un juego cada vez más peligroso.
Como en los misteriosos cuadros del museo o en la vida real, nada es lo que parece al principio en esta interesante y refinada novela.
El que lea, como yo, en su monocromático ebook, esta atractiva novela de investigación, se perderá las grandes y coloridas ilustraciones de todas las pinturas que se analizan en él.
Y después de leerla probablemente serán muchos, también como yo, los que desearán volver a visitar los amplios salones del Monasterio del Escorial o del Museo del Prado, para detenerse a contemplar largamente alguno de esos cuadros por los que antes había pasado ligero, demasiado ligero.
