Marina (1999)

Carlos Ruiz Zafón

Marina de Carlos Ruiz Zafón

El anual soplo de velas, a medida que éstas incrementan su cantidad, parece ir borrando sensaciones y sentimientos que nos acompañan con intensidad en determinados momentos de nuestras vidas, condenando al olvido gran parte de lo que fuimos, al generarse la convicción, tras echar la vista atrás, de que nunca formaron parte de nosotros mismos. El miedo a la oscuridad y a lo esotérico; los terrores de nuestra infancia; la atracción por los misterios; la amistad verdadera; el primer amor. Emociones estranguladas por la encorbatada madurez, de doble nudo en algunos casos.

Afortunadamente en puntuales ocasiones los recuerdos florecen, trayéndonos a la mente sentimientos harto olvidados, evocadores de aquellos años en los que imperaban los principios de la cándida adolescencia, generándose en nosotros unos instantes de felicidad de un valor incalculable, al poder sentir que no hace tanto tiempo que fuimos jóvenes. Unos más que otros.

Con “Marina” dichas emociones vuelven a nosotros, brotando espontáneamente a medida que nos vamos adentrando en la historia, la cual, por momentos, hacemos nuestra.

Cambiando el paso, pues empiezo a entrever el principio de parsimonia entre ceja y ceja, he de indicaros que es el primer libro que leo de Carlos Ruiz Zafón. No será el último, pues ya he dado buena cuenta de ello a mi cartera.

Si bien tenía en mente comenzar por la aclamada “La sombra del viento”, fue tanta la insistencia de mi hijo de que leyera “Marina” que me vi obligado a hacerlo, no sin antes asumir el riesgo de un previsible descalabro, tras conocer que era una novela juvenil. Subrayar, haciendo justicia, que apunta buenas maneras el querido consejero, a pesar de su corta edad.

Suspendida en una atmósfera oscura y envolvente, y guiada por un hilo argumental intrigante, “Marina” discurre en una Barcelona misteriosa y gótica de finales de los años setenta, donde predominan las mansiones antiguas en ruinas; neblinas; calles empedradas; cementerios olvidados en el tiempo; personajes trasnochados y atormentados; y, en suma, un realismo mágico que dota de gran consistencia al velo trágico que irremediablemente se cierne sobre todos los personajes.

Si bien narra dos historias paralelas, yo me quedo con la de Marina y Oscar, la cual me parece entrañable y emotiva. Reconozco que es sumamente entretenido el misterio que ocupa la parte central del libro, así como todo lo que rodea a Mijail Kolvenik y Era Irinova, pues consigue el autor tenernos expectantes, totalmente enganchados, desde la primera página hasta que se produce el desenlace final, que resulta apoteósico.

He de reconocer que al terminar la novela quedé apesadumbrado. En muchas ocasiones cuando concluimos un libro suele alcanzarnos la sensación de que hemos perdido algo que forma parte de nosotros mismos, más aún en aquellas novelas en las que el lector consigue empatizar con alguno de sus personajes. Así me ha ocurrido con Marina, con gran intensidad por cierto.

Obra, en suma, para jóvenes no sólo de edad, con la cual os sentiréis hechizados.

Por si de algo os sirve para animaros a leerla, os señalo que en vez de seguir con su novela más afamada continuaré con “El príncipe de la niebla”, también juvenil, pues espectacularmente a gusto me he sentido en esos lares. Ya os contaré.

Buena lectura.

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