Tras haber leído hace unos meses la novela cumbre de Noah Gordon (El médico) y la ópera prima del malagueño José Manuel García Marín (Azafrán), lecturas que os aconsejo, estuve buscando un libro en el que confluyera lo que más me gustó de ambas: novela histórica, bien documentada, de fácil lectura, buena redacción, trama interesante y desarrollo argumental en Al-Andalus.
Coincidiendo con la presentación en unos grandes almacenes de su última novela, “La Alcazaba”, y guiado por el reconocimiento derivado de la concesión al autor del premio de novela histórica Alfonso X El Sabio, me topé con el libro aquí comentado, en el cual convergen los elementos antes expuestos, constituyendo una novela indispensable para todos los amantes de este género literario.
Señalar que adquirí la edición conmemorativa del décimo aniversario de su lanzamiento, publicada por Ediciones B, revisada y ampliada por el autor.
Ambientada en la segunda mitad del Siglo X, el extremeño Jesús Sánchez Adalid nos transporta a la época de máximo esplendor del Califato Omeya de Córdoba, describiendo magistralmente, a través de sus dos protagonistas principales, las costumbres, intrigas políticas, esferas de poder e interrelación entre las culturas, siendo digno de mención el respeto integrador con que trata la diversidad religiosa coexistente, sin llegar a tomar partido al respecto, no obstante ser sacerdote católico, impronta que nos llega a través del personaje que da nombre al libro.
Asbad y Abuámir, cuyas vidas confluyen en distintos momentos, constituyen el hilo conductor de los acontecimientos históricos acaecidos entre los años 954 y 997, estructurándose la obra en relatos paralelos que provocan en el lector una continua expectación, captando su atención, a lo cual ayuda la brevedad de los capítulos, su fuerza narrativa y el hecho de que la historia traspase fronteras, discurriendo en parte por el norte de África y diversas ciudades del continente europeo, con la entrada en juego de paradigmáticos lugares que dan lugar a una historia épica.
La novela nos muestra el día a día en la ciudad, tanto en la esfera privada como pública, creándonos la sensación de estar viviendo los acontecimientos que sucesivamente tienen lugar, dado lo detallado de las descripciones y el realismo con el que se muestran sus maravillosos emplazamientos y localizaciones, hasta tal punto de generar la ilusión de que forman parte de nuestras vidas. Aún hoy tengo mis dudas de no haber estado en alguna ocasión, muy a gusto por cierto, en la taberna del judío Ceno o en el jardín del Loco. Favorece, por tanto, la introspección.
En todo lo anterior confluyen una multitud de personajes secundarios que dan a la obra una fuerza difícilmente superable, dotándola de absoluta credibilidad, no siendo escasos los momentos en que el lector se convierte en espectador, viéndolos ante sus propios ojos, como si traspasaran las páginas del libro y los tuviera ante sí mismo. Resaltan los eunucos Chawdar y Al-Nizami, Al-Hakem II, Subh y Al-Mosafi, por citar algunos, todos ellos magistralmente elaborados y que poseen entidad propia dentro de la obra.
Aunque soy plenamente consciente de que la afirmación es aventurada, he de indicaros que, tras proceder a la lectura de una novela como ésta, ahora mismo tengo la sensación de que no voy a encontrar otra que la supere fácilmente. Me ha cautivado y la he disfrutado mucho. Tan es así que no será el único libro que leeré del autor, siendo prueba de ello que ya he adquirido otra de sus novelas -“El Cautivo”-, de la cual ya os hablaré, no sin antes cambiar transitoriamente de género y así evitar el cansancio propio y aburrimiento ajeno, si es que hay alguien más al otro lado, aparte de los que aquí escribimos.
Espero que disfrutéis con su lectura. Estoy completamente seguro que así será. Es un auténtico regalo para los que vivimos en esta tierra y nos sentimos parte de la misma.