El último de la caja

De Luis del Moral

Perritos en una cesta
Me falta el aire y el mundo tiembla a mi alrededor. Lejos quedaron los llantos de mis hermanos; ya no puedo oír sus gruñidos, no huelo su calor. Me han abandonado. Es el tercer día que lloro por la noche esperando que mamá acuda en mi ayuda, pero no lo hace. Hace mucho que me dejó.

Cuando empezaba a sentir su calor, olía cómo lloraban, oía sus caricias.
Después, unas manos frías me atrapan y me separan de su lado. Sigo oliendo a todos mis hermanos, pero ella ya no está con nosotros. Una caja de cartón es mi nuevo hogar y mis hermanos aúllan por la noche, cuando ella ya no está.

Lluvia, golpes y un nuevo olor. Después vino el calor, caricias y un líquido que sabe a mamá, pero no es ella. Ahora siento a un grupo de niños hablar, nos acarician y huelo como nos quieren; mamá ya no está.
Me despierto con un gruñido y no paro de golpearme con los lados de la caja; reboto de un lado a otro sin cesar. Alguien se ha llevado la mantita que tanto me abrigaba y yo apenas tengo pelito; ¡tengo mucho frío! Mis patitas comienzan a estar húmedas y creo que quizás ya no estoy en la casa. El cartón empieza a reblandecerse y poco a poco todo mi pelo se queda completamente empapado. Creo que me estoy resfriando y dejo escapar un pequeño estornudo. Los golpes se detienen en seco y escucho una voz del exterior. No la reconozco. ¿Dónde están mis hermanos y porqué me han abandonado también? Tengo que salir de la caja, tengo que encontrarla. Ella sabrá que hacer.

La busco con la mirada; es mi mejor amiga. Apenas puedo abrir los ojitos todavía; puede que sea demasiado pronto para hacerlo, pero la reconocería en cualquier lugar y sabría cuál es su olor entre el de todos los niños. Esas dulces manitas me acarician suavemente, me acercan ese líquido tan rico y que ¡tanto sueño me provoca después! Una vez apenas pude ver su carita, y es muy parecida a la de mis hermanos. Ella tiene unos ojitos pequeños, que siempre están escondidos tras una pequeña mantita, del mismo color que esa bebida tan deliciosa. Estoy seguro de que ella también es un cachorrito, al igual que yo y todos mis hermanos; su cabeza apenas tiene pelito, está muy delgadita, como yo, y su piel es muy, muy suave.

Intento relajarme y me agarro con mis delgadas uñas al cartón. Sé que lo mejor será pensar en ella; no me abandonará. No lo hará. Viene a jugar conmigo todos los días. Vienen muchos más niños y todos son muy buenos conmigo, pero ella es mi preferida. Me recoge entre sus brazos y me acurruco en su regazo; los dos echamos una larga siesta; después jugamos un rato, pero siempre tiene que marcharse. Justo antes de irse viene su mamá y ¡también me acaricia a mí! Son muy simpáticas y aunque mi amiga no habla, su madre sí, pero no consigo entenderla. Lo que sí puedo es olerlas, y ¡me gusta mucho cómo huelen! Puedo oler sus pensamientos también y creo que les gusto, pero siento algo más. Su madre huele triste cuando piensa en ella, pero cuando están las dos a mi lado, ese sentimiento cambia; su madre también es feliz. Me encantaría poder jugar con ellas todo el día; estar a su lado para siempre.

Cuando terminamos nuestros juegos, se marcha triste y siempre huelo una pequeña lágrima en su dulce carita. Yo gruño y dejo escapar un pequeño sollozo. No me gusta verla triste y no quiero que se marche nunca, pero sé que cada día volverá y estará conmigo de nuevo, con la misma sonrisa en sus ojitos. Nunca me ha hablado; jamás he escuchado su voz. Creo que su hocico está oculto y no puede hablarme, pero eso no importa, porque puedo oler sus pensamientos y ¡me gustan! La quiero con todas mis pezuñitas.

Ahora, abandonado en la caja, ya no puedo sentirla y creo que está muy lejos de mí. No entiendo qué ha podido pasar, pero empiezo a pensar que no las volveré a ver nunca más. Siento mis orejitas más frías que nunca y la caja se ha arrugado un poco; su tapa me toca la cabeza y casi puedo ver la luz del exterior. Consigo ponerme de pié y saco mi hocico fuera de la caja, intentando husmear el exterior. Alguien se da cuenta y cierra la tapa rápidamente; acelera el paso y la tapa golpea mi cabeza. Estoy cegado de nuevo, los agujeritos apenas me dejan oler más que un rayo de luz y justo cuando pensaba que los temblores se habían terminado empiezan de nuevo; caigo de nuevo sobre mis patitas pero esta vez siento mucho miedo. ¿Por qué te has marchado? Ya no
puedo olerte. No has venido por mí.
Vuelvo a soñar con todos mis hermanos, con el breve recuerdo de mamá y esos gruñidos, esos mordisquitos, cuando todos jugábamos felices. No entiendo por qué ha cambiado todo; quizás ha debido ser un sueño. Puede que si me duermo y despierto de nuevo me encuentre junto a todos mis hermanos, con mamá.

Mi olfato me dice que no será así y cuando despierte no encontraré nada, no te encontraré a ti. Me siento triste y empiezo a llorar, ahogo un gruñido y muevo mis patitas alterado, presa del pánico.

Los golpes siguen mareándome y una pezuña, dos pezuñas, entro en un profundo sueño. Hay muchos cachorritos por todas partes; reconozco a mis hermanos, llamándome desde lejos. Huelo su piel y escucho su olor característico, ¡mamá también está allí! Todos nosotros somos felices y jugamos, corremos y gruñimos. De pronto apareces tú y juegas con nosotros, con todos, incluso con mamá. Nos coges uno a uno y nos acaricias. Después todos jugamos y eres feliz. Te siento feliz, más que nunca; se que tu mamá estaría orgullosa, pero a ella no puedo verla.

El sueño se empaña y de pronto dejo de oler; solo hay agua, mucha agua; una gran sombra aparece. Estoy de nuevo en una caja de cartón sin fondo; me caigo y no paro de agitar mis patitas. Empiezo a llorar y husmeo con mi hocico en busca de algún lugar donde agarrarme; muerdo el cartón con mis colmillitos; no es suficiente; sigo cayendo.

Me despierto de nuevo gritando y llorando. No sé si por desesperación, no sé si continuo aún soñando. La caja se detiene y creo que la dejan en el suelo. Escucho una voz en el exterior, pero sigue sin ser familiar. La tapa se ha movido un poco y me concentro para intentar oler el lugar que me rodea.
Aunque no conozco su olor me hace sentir feliz y poco a poco me voy relajando, calmándome; entro en un profundo sueño.

Oigo voces de nuevo y alguien grita, pero es de felicidad. Reconocería ese olor en cualquier sitio. ¡Has vuelto! No sé si continúo soñando, pero ya no me importa. Intento patalear y araño la caja. Gruño y lloro porque quiero verte de nuevo, no quiero separarme de ti. Alguien quita la tapa y reconozco por fin tu sonrisa. Te huelo muy feliz y yo estoy orgulloso de que así sea. Me coges entre tus brazos y me acaricias; me siento muy feliz. Tu mantita ha desaparecido y ahora tienes más pelito. Creo que te haces mayor, como yo.
Ahora que te he encontrado jamás te dejaré; me encargaré de hacerte feliz, para siempre.



Córdoba, noviembre de 2013



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