Este sábado hemos estado de turismo por nuestra ciudad. Nos llegó el viernes Theo, el "correspondiente" francés de un intercambio con nuestro hijo en uno de los primeros proyectos Erasmus que se han puesto en marcha tras la pandemia. Después de recorrer en autobús más de 1.700 Km durante veinticuatro horas seguidas desde la Bretaña francesa (desde Brest) sin parar a dormir, al día siguiente ya le teníamos preparada una bonita ruta turística junto a toda la familia. La finalidad de esta ruta —que descarta abundar en visitas— es, por supuesto, disfrutar del paseo, pero a la vez que Theo se familiarice con su ciudad de acogida, con su geografía, con su cultura y con su historia y, de paso, que nos sirva a todos de aprendizaje o recordatorio. El chaval, que solo tiene quince años, como el nuestro, es un joven serio, alto y recio, con el cabello rubio, casi blanco, cortado a la manera de los antiguos frailes o —mejor, para que no se me enfade— de los más nobles emperadores romanos, con el flequillo muy corto y redondeado. Su seriedad inicial es solo una máscara que cambia por una alegre sonrisa en cuanto le damos pie. Es un niño sociable y respetuoso, por lo demás, por suerte, estudia y tiene amplios conocimientos de español, con lo que la comunicación es fluida. Pregunta lo que necesita saber, escucha y se ve que es un chico espabilado. Ya lo irán conociendo.