Menos de seis leguas separan Mezquitilla de Nerja, una pequeña población pesquera que se asoma por unos grandes acantilados a la entrada del Mare Nostrum, donde existe una vieja gruta muy profunda, que llaman los lugareños “La Mina”, de la que se oye hablar con frecuencia por allí, y donde nuestros amigos esperan entrar próximamente acompañados de un adinerado amigo inglés, que don Alonso llama George, pero que en realidad todo el mundo conoce por Lord Carnavon, un aventurero y aristócrata inglés.
Por el abollado camino de postas, la pesada diligencia se deslizaba rauda sobre las profundas rodadas de tierra reseca, mecidos por un fuerte traqueteo y acompañados por los continuos bufidos de los caballos, como si fuéramos trasportados por una de aquellas grandes y negras locomotoras de vapor, que pronto se irían imponiendo en el paisaje español. Don Alonso, a regañadientes, pidió entonces que tomara la palabra el siguiente narrador, y fue M. Gourmet quien se presentó voluntario, sin duda impelido por el duro pellizco retorcido que le propinó la duquesa para animarlo.