Aún era noche cerrada, una fría noche del undécimo mes, cuando nuestro intrépido grupo de expedicionarios abandonaba la milenaria comarca de Corduba en otra de sus incursiones en territorios lejanos y desconocidos dominados por el yugo romano.
Esta vez, nuestro inquieto compañero de aventuras, Sendérix, se había propuesto guiar a sus compañeros de aldea a través de los lejanos y misteriosos montes por los que discurría el mítico río Guadiatillo, pues cuenta la leyenda que en el corazón de aquellos picachos crecen las famosas bellotas negras, uno de los muchos ingredientes usados por Magístrix, druida de la aldea cordubense, para elaborar su famosa poción mágica. Los alrededores de la aldea donde Magístrix suele recoger sus productos no han sido muy pródigos en cosecha este año. Esto, unido al constante acecho de los romanos, que últimamente merodean por los alrededores de la aldea, hizo pensar al gran jefe Alcalniétix, que debería encargar al bueno de Sendérix esta misión, aunque para ello tuvieran que atravesar zonas vírgenes y sin explorar. Dicho y hecho. Nuestro peculiar grupo de guerreros se pusieron en marcha encantados de la vida en busca de nuevas aventuras.