El Tito, ya es hora de decirlo, se lesionó, y debo señalaros, por su mucha insistencia, que a todos os desea Felices Fiestas y buenas lecturas. No he querido preguntarle sobre los escritores que aconseja, pues suele ser recurrente en él, a modo de manía más propia de octogenario, reproducir como disco rayado aquél cuyo nombre empieza por “Bor” y termina por “ges”. Por mi parte, no sin poca penitencia impuesta por su parte, reconozco que mi relación con éste “alias” queda limitada a la que dictamina mi paladar al catar las excelentes nueces que suelen ponerse a la venta en esta época. Admitiré, en aras de evitar mayores latigazos intelectuales, que la miel no está hecha para mis labios.
Dicho lo anterior, y circunscribiéndome a lo que aquí debe ocuparme, he de indicar que hacía bastante tiempo que no subía a la sierra por la conocida como Cuenta de la Traición, la cual parte del Cerrillo (al final de la Avda. del Brillante) y termina en las instalaciones de Assuam.