Primera novela de este autor, posteriormente recopilada en “La trilogía de la niebla”, conformada por ésta, “El palacio de la medianoche” y “Las luces de septiembre”, las cuales se pueden adquirir por separado o en un solo volumen. Ganadora de varios premios, entre otros el Premio Edebé de literatura juvenil.
En estas fechas, en plenas vacaciones escolares de verano, resulta un libro ideal para el público más joven, al tener todos los ingredientes para sumergirse en la historia y en los personajes, dada su fácil lectura. Resulta también una oportunidad inmejorable a los de mayor edad que pretendan rememorar aquellas lecturas de la juventud en las que imperaban el misterio y la aventura, sazonadas con un toque de suspense y terror.
Ya os comenté en la reseña de “Marina” que me había encantado dicho libro, y anuncié que ello me animó a continuar con el ahora comentado, alentado nuevamente por mi particular consejero. Las materializadas expectativas han motivado que haya comenzado a leer el segundo de la trilogía, “El palacio de la medianoche”, al cual dedicaré unas breves líneas en una reseña posterior.
Dejando sentado que “El príncipe de la niebla” es de corte más juvenil que “Marina”, he de reconocer que igualmente me ha enganchado desde su primera página, siendo de destacar que determinados pasajes han traído a mi memoria la inquietante sensación que me produjo en su día la fantástica “It”, de Stephen King. No pocos paralelismos he encontrado en una de las muchas transfiguraciones del malvado Caín, no siendo escasos los momentos en los que he sentido escalofríos, admitiendo de antemano que soy bastante asustadizo.
Si hay algo que resalta en la obra es que el autor mantiene la intriga hasta sus últimas páginas, lo que provoca en el lector, con independencia de su edad, un incesante interés y expectación por el desarrollo de la historia, incitando a no dejar su lectura y devorarlo de una sentada, lo cual ha ocurrido en mi caso.
Ambientada en plena Segunda Guerra Mundial, en el año 1943, la historia discurre en un idílico pueblo junto al mar, estando envuelta en un velo de misterio que va despejándose gracias a la labor de investigación desarrollada por su protagonista principal, Max Carver, de trece años, cuya autonomía personal parece concebida para atraer a lectores de dicha edad. Gracias a su valentía se irá desvelando, a medida que se profundiza en la historia, los entresijos del príncipe de la niebla, incombustible personaje de ultratumba que cuenta con la facultad de conceder deseos a un alto precio, no sometido a los imperativos de la prescripción ni de la caducidad, lo que ya anuncia el sentido del final desenlace.
De toda la novela, me quedo con algunos instantes de terror que resultan muy bien hilvanados. Estoy completamente seguro que más de uno tendrá el impulso de ojear su armario para convencerse que no hay nadie escondido dentro del mismo. Si al abrirlo veis salir una mano os aconsejo que salgáis corriendo. Algo bueno no es. Afortunadamente eso lo tuvo muy claro Irina; no es para menos, casi salgo espantado cuando leí el relato.
Dejando a un lado la tentación de entrar en mayores profundidades sobre la novela, pues quiero evitar cualquier comentario que pudiera desvelar la resolución del secreto que encierra, indicaros sin más que, si os animáis a leerlo, vais a pasar un buen rato y os va a entretener mucho. También los que estéis peinando canas. Siempre es bueno cambiar el paso y hacer retrospectivas, más aun cuando se trata de libros bien escritos. No es casualidad la fama adquirida por Carlos Ruiz Zafón.
Espero que os guste.
Buena lectura.