VAMOS A MINNESOTA
Un nuevo día, son las 7,30 de la mañana y es hora de levantarse y bajar a desayunar. Hoy es Fernando quien me acompaña, al desayuno y mamá se va a EURO-PAN siguiendo mi consejo. Desayunamos, como de costumbre, opíparamente. Hoy tenemos renovada la ilusión por cambiar de aires. Recogemos las maletas de la habitación y liquidamos cuentas con el hotel, mientras vuelve mamá.
Taxi al canto y rumbo al aeropuerto de 'La Guardia' con destino a 'Minneápolis Airpot', en Saint Paul, del Estado de Minnesota. El viaje no será muy largo. Como dos horas y media más o menos. La salida es alrededor de las 13h, así que vamos con tiempo suficiente para funcionar con tranquilidad.
Pasamos los correspondientes trámites de entrada, facturación y embarque, y ya estamos a bordo. Salida más o menos puntual. El viaje resulta bastante tranquilo y el tiempo es espléndido. Yo me paso casi todo el vuelo mirando por la ventanilla del avión a las nubes por debajo nuestro, espectacularmente blancas al ser bañadas por el sol.
Alrededor de las tres de la tarde tomamos tierra en el aeropuerto de Minneápolis donde nos espera el coche de alquiler que Fernando ha gestionado desde el hotel en Nueva York. Recogidas las maletas, vamos al aparcamiento en busca de lo que será nuestro medio de transporte en este próximo fin de semana. Con Fernando al volante, naturalmente, ponemos rumbo a Mound, pueblo donde vive la familia Miller y lugar de nuestra residencia vacacional, para este fin de semana.
Nosotros teníamos la idea, formada a través del cine y la literatura americanas, de que Minnesota era un lugar gris, lleno de montañas y bosques inhóspitos cubiertos de nieve, que es lo que se ve, por ejemplo, en la película 'FARGO', donde todo aparece bastante triste y hasta un poco siniestro. Por la noche cuando comentamos esto con los vecinos de nuestra familia anfitriona, nos dicen que FARGO es la película más horrorosa, y que les molesta mucho que dé esta imagen tan negativa de Minnesota. Pero ya se sabe que el cine tiene su propia interpretación de las cosas en general.
En pleno invierno y en determinada latitud de este Estado, es probable que esto sea bastante parecido, pues hay que tener en cuenta que estamos muy al norte, y que los inviernos suelen ser muy duros, de hasta más de 20 grados bajo cero (Fernando dixit) llegándose a helar los lagos, pero esto no es una realidad general aplicable en todo el Estado ni en todo tiempo. Rodando por la carretera esta tarde de finales de primavera, nos vemos sorprendidos con un paisaje abierto, sin montañas, con ligeras ondulaciones y autopistas bien cuidadas. Esto, a mamá y a mí nos llama mucho la atención. No tanto a Fernando pues él ya lo conoce. Rodamos sin demasiada prisa, recreándonos en el paisaje. Hace un día veraniego y el sol luce como si estuviéramos en el centro o sur de España. Vamos por autopista en dirección oeste y según avanzamos se va intensificando la vegetación y modificando el paisaje.
Al cabo de una hora y media, más o menos, dejamos la autopista tomando una carretera secundaria que nos va acercando a Mound. El pueblo, en su núcleo central es, como la mayoría, de un urbanismo más o menos cuadriculado, con anchas calles, de edificios no muy altos, con sus tiendas, bancos, negocios, iglesia, etc. Una vez cruzado este núcleo, nos internamos por vías con muchas curvas llenas de árboles, y casas con sus prados y jardines a ambos lados del camino. Estamos en uno de los barrios pegados al 'Lago Minnetonka' que es el más grande de esta región.
Realmente, el lago es enorme y tiene no menos de veinte bahías, cada una con su nombre. Nosotros, en un primer vistazo a la que llegamos y en cuya orilla está la casa de nuestro destino, creemos que es el lago en su totalidad, pues en uno de sus extremos no se ve más horizonte que el agua. Fernando nos aclara que eso no es más que una parte mínima del lago. El nombre de esta bahía es 'Priest Bahy', en castellano más o menos Bahía del Pastor (cura), como la calle en la que está la casa (Priest Lane).
Nuestra carretera muere en una pequeña rotonda que sirve para girar y salir de nuevo hacia afuera. En una esquina está la casa de los Miller, la 'familia' de Fernando cuando él estudiaba el bachillerato aquí y que será nuestra residencia del fin de semana. Delante de la casa, lo primero que se ve es un mástil de siete u ocho metros, con la bandera nacional de las barras y las estrellas. En el pie, un humilde parterre de flores y a la derecha el buzón, también típicamente americano.
El tema del culto a la bandera, que en Europa y especialmente en España, solemos considerarlo como raro y 'patriotero', porque estamos perdiendo el sentido de la identidad nacional y el sano patriotismo, que sólo sacamos a pasear en las competiciones deportivas fuera de nuestro país. En cambio, esto es lo más normal para los americanos, un signo de respeto a su propia Nación. Nadie (aunque no le guste) se atrevería a hacer ninguna burla, ofensa o menosprecio de este uso popular de la bandera nacional.
Bueno, después de esta digresión cívico-política, seguimos comentando nuestra llegada a la casa.
Nos apeamos del coche y lo primero que aparece es un hermoso perro que se acerca moviendo briosamente la cola, sin duda, al conocer a Fernando a pesar del tiempo transcurrido desde que él estuvo aquí. Inmediatamente sale de la casa Amy, la 'hermana' de Fernando. Saludos y presentaciones. No hay nadie más en la casa. Patty, la madre, está fuera, en otra ciudad en casa de algún pariente. Steve, el padre, está en el médico, pues ha tenido un pequeño accidente jugando al golf y se ha torcido un tobillo. Al parecer nada grave que no pueda curarse con antiinflamatorios, reposo y mucha paciencia. Los otros dos hermanos, Scott y Christian están fuera de Minnesota.
Enseguida llega Steve, el padre, con el pie como una berenjena y muletas. Presentación y más risas. Son más o menos las cinco de la tarde. Nos enseñan un poco por encima la casa y nuestras habitaciones. Subimos las maletas y nos lavamos y cambiamos para ir a cenar en un restaurante al otro lado de la bahía en el que, al parecer Steve ha reservado mesa en nuestro honor. El tiempo está de bochorno y empieza a nublarse.
Mientras las mujeres se arreglan y visten 'para salir a cenar', nosotros damos una vuelta por el jardín, la piscina y el embarcadero... Steve haciendo bromas con Fernando y nosotros jugando con ‘Bode’ el perro que ya nos ha tomado confianza. Lo estamos pasando muy bien, sobre todo pensando en que este fin de semana será de vagancia total, sin más preocupación que tomar el sol (o la sombra, según), respirar aire puro y gozar de la naturaleza que nos rodea por todas partes.
Las damas ya están aviadas, así que todos al auto grande (tienen tres) camino de la cena. Rodeando la bahía, quince o veinte minutos después estamos a la puerta del restaurante, cuyo nombre es FLETCHER’S. Es un auténtico restaurante de playa, aunque no haya playa sino simplemente orilla. Tiene cierta clase. Se le entregan las llaves del coche al empleado de aparcar y pasamos dentro.
El local tiene dos comedores, o mejor dicho, uno amplio dividido en dos partes. Una bajo techo y la otra al aire libre con sombrillas para guardarse del sol y al borde del agua del lago. Ni qué decir tiene que, con la tarde de viernes que hace, la parte exterior está completamente ocupada, así que nos acomodamos bajo techo, disfrutando de la brisa y las mismas vistas del lago. Muy cómodo y confortable todo. Se ve por la clientela que es un local distinguido.
Mientras cenamos (con sol) parece que se van cargando las nubes y sopla una suave brisa. Empiezan a caer algunas gotas. Casi parece que no tiene importancia, pero antes de darnos cuenta se desata una pequeña tormenta acompañada de un aguacero considerable. No dura mucho, pero como viene con fuerte viento, los de afuera no tienen más remedio que refugiarse en el interior. Nosotros nos alegramos de estar a cubierto y contemplamos todo esto con cierto regocijo. Por fin escampa y ya estamos con los postres y el café, mientras la tarde va cayendo. La cuenta la paga Fernando. Creo que es un homenaje a los padres. Es un detalle que cae muy bien en todos. ¡Buen chico este!
Serán más o menos las ocho y media de la tarde cuando volvemos al coche y regresamos a casa. Cuando llegamos ya es tarde avanzada. Sigue haciendo calor y caen algunas gotas de lluvia.
Nos entramos en la casa y Steve nos quiere enseñar algunas fotos de un safari en Kenia que la familia hizo en las anteriores vacaciones. Ahí nos sentamos delante del ordenador y van pasando las imágenes. Son centenares de ellas por lo que nos tiramos un buen rato, tras el cual vienen unos vecinos a saludarnos. Presentaciones a cargo de nuestro 'niño' que conoce a todo el mundo. Son gente corriente, simpática y habladora. Típicos americanos de clase media de un pueblo-ciudad de la costa Este. Como están en su casa y vienen de pasear en barco por el lago, pues van con ropa deportiva e informal y gorrilla. Él, va de patrón de barco.
Nos sentamos a tomar algo y conversar, evocando ellos tiempos pasados, de cuando Fernando, casi un niño, estudiaba y vivía con esta familia. Luego la conversación giró hacia nosotros y nuestro viaje. Haciendo Fernando de traductor en los dos sentidos, empezamos a meter baza y acabamos hablando animadamente de todo lo divino y humano y, cómo no, hasta de política, de manera que pasamos una velada verdaderamente entretenida. Cuando se van los vecinos, vienen amigos y amigas de Fernando. Los jóvenes se salen a charlar de sus cosas al jardín. Steve se queda viendo deportes en la televisión y nosotros nos vamos a descansar. Mañana será un día aún más entretenido.
Y así termina el día 4º de nuestro viaje.
Día 5º: Sábado, 20-06-09
RECORRIENDO MOUND (MINNESOTA)
El día amanece esplendoroso y vamos a aprovechar para pasar toda la mañana disfrutando del sol y el aire puro así que, de momento, nos disponemos a holgazanear al borde de la piscina, jugando con el perro, que ya no nos deja ni a sol ni a sombra. Luego bajamos al embarcadero, a gozar de la brisa del lago. El perro no se cansa de jugar, pero los mayores sí, de modo que tenemos que tomar un descanso de vez en cuando. Escribimos algunas postales mientras fumo un cigarrito. Fernando se baña en la piscina jugando con el perro. Después de darse un buen baño se pone a cortar el césped. Como el jardín es amplio, lo deja un poco para descansar y yo le relevo hasta que completo el trabajo después de una buena sudada, pues uno ya no tiene treinta años. Cuando termino, descanso un rato y enseguida me pongo a hacer 'deporte'. Como la gente con clase, imitando a Severiano Ballesteros. Sólo me falta el ‘caddie’ y el cochecito. Volvemos al lago para hacer fotos, mientras Steve, con el pie hinchado como una berenjena se toma un refresco en la tumbona. Amy se ha ido a hacer su deporte cotidiano. Estamos sin prisa ninguna, mientras avanza la mañana.
Fernando quiere enseñarnos un poco el pueblo y especialmente su antigua Escuela, pues nosotros tenemos interés en ello. Así que como nos queda bastante tiempo antes de la comida, nos vamos en nuestro coche, libres como pájaros, a conocer Mound, el pueblo. Lo primero que hacemos es dirigirnos a los lugares que conforman el 'campus' escolar donde está ubicada la MOUND WESTONKA HIGH SCHOOL. Es increíble para un español, que un pueblecito así disponga de tanta superficie de zonas verdes con toda clase de instalaciones, para casi todas las disciplinas deportivas.
Nos acercamos a las puertas de la Escuela que es enorme. En su fachada campea el nombre de la misma y no podemos dejar pasar la ocasión de hacernos unas fotos que, para nosotros son de las más apreciadas entre todas. Nunca hubiéramos imaginado que se presentaría esta ocasión. La verdad es que este momento es de los más felices de nuestro viaje. Nos hubiera gustado ver la Escuela por dentro, pero como es sábado está cerrada.
Dejamos el recinto del 'campus' y salimos por 'Commerce Boulevard' en dirección sur. Esta zona está poco poblada y en nuestro camino nos encontramos con una pequeña área de 'shoppings' donde, por supuesto también hay restaurantes. Como va siendo hora para ello, decidimos comer. En el número 2131 de 'Commerce Boulevard' está un ‘gran superficie’ que se llama JUBILÈE, donde compramos pilas para la cámara, sellos y alguna otra fruslería, y comemos tranquilamente. Salimos, y tomamos café en un lugar llamado CARIBOU COFFEE.
Continuamos nuestro paseo por los alrededores y topamos con un pequeño campo de béisbol donde un grupo de 'alevines' está jugando un partido. Es muy interesante verlos con esa afición y disciplina, jaleados por sus padres y amigos y dirigidos por sus entrenadores, con sus uniformes, cascos y protectores. Con qué entusiasmo, energía y estilo se desenvuelven para su edad, que no debe pasar de cinco o seis años, (algunos no levantan apenas un metro del suelo), cómo manejan los bates y las carreras que pegan. Esto es pura-pura América, tal y como se ve en el cine.
Más adelante vemos otro establecimiento de gran superficie dedicado principalmente a todo tipo de productos para jardinería, mobiliario y herramientas, así como plantas y semillas de flores y frutos de toda clase. A demanda de la madre no podemos dejar de entrar y comprar alguna de estas semillas que esperamos florezcan en la próxima primavera y verano de Madrid. (A estas alturas puedo decir que tuvimos unas bonitas macetas en 2010). Ya son más o menos las seis de la tarde y visto lo que más nos interesaba, regresamos hacia la casa.
Amy ya ha vuelto de su jornada deportiva y Steve parece que va a preparar la barbacoa para hacer la cena. Se pone a sazonar un solomillo para asarlo. No olvidemos que aquí se cena hacia las siete de la tarde. La barbacoa es otro elemento que no falta al lado de la casa americana. Naturalmente cenaremos en el jardín ya que hace un tiempo apacible de primavera avanzada. La barbacoa ya empieza a desprender el aroma de la carne tostada, así que: -¡ A la mesa todos! Nos cenamos el solomillo acompañado de verduras cuando todavía hay sol en el horizonte. Aquí rodeados de árboles, tenemos sombra y una temperatura agradable. El sol se refleja en el lago y vemos cómo la gente ociosa en esta tarde de fin de semana, hace esquí acuático o simplemente pasea en barco. También se ven grupos de gente joven con sus motos acuáticas dándole al acelerador y explayándose a su antojo.
Y así vamos dejando que caiga la noche sin más previsión ya, que irnos a descansar. Fernando se va al cine con su 'hermana' y como nosotros no sabemos inglés, no podemos continuar conversando con el padre, así que nos retiramos a dormir y él se queda viendo la televisión. Lógico. Mañana es el último día que estaremos aquí. Aún no hemos montado en barco, cosa que nos hace mucha ilusión. Pero estando Steve con la pierna lesionada no ha sido posible. Quizá mañana si le baja la hinchazón. Con esta idea nos acostamos.
Y aquí termina el 5º día de nuestro viaje.