Ruta Infernal (2)
El camino de vuelta. Un verdadero descenso a los infiernos.
En el primer tramo no hubo nada reseñable. Me atreví a subir por el centro de la rampa en vertical los primeros metros, sin dejarme apabullar por la proximidad de mis perseguidores, consciente de que la ansiedad es también un factor de riesgo. Poco a poco fui buscando mi natural querencia hacia el lado izquierdo, como estaba demostrado que era más llevadero, dentro de lo que cabe. Me encontraba tan bien que no dudé ni un solo instante en que sería imposible —dada la distancia que nos separaba— que llegaran a sobrepasarme, y los desprecié como al principio con el látigo de la indiferencia, sin dedicarles una sola mirada que les sirviera de acicate. Aquella última escalada tiene una sola curva, que es donde se inicia el segundo tramo, por dividirla de alguna manera digerible. Allí sentí yo por primera vez esa jornada las elevadas temperaturas que me esperaban, cuando eran aún las nueve y media de la mañana, y podría jurar que ya sobrepasábamos los treinta grados. A esa altura, con lo más duro por llegar, pensé en lo que sería ascender Torreárboles dentro de dos horas aproximadamente, y puse en duda por segunda vez el itinerario que llevaba programado.