Son las ocho de la mañana y despertamos después de haber dormido muy bien, como yo digo, ‘con la conciencia tranquila’, así que estamos listos para empezar un nuevo día, que se presenta soleado. Yo soy el que primero me ‘avío’ para bajar a la calle, tomarme mi café y fumarme mis cigarritos, pues en el hotel no está permitido. Un solo día y ya empiezo a acostumbrarme a esta restricción nicotínica que me imponen los americanos.
Mientras los demás se preparan, yo me lanzo descaradamente a la calle, casi como si estuviera por mi barrio de Madrid. Busco donde tomar café que es lo que me pide el cuerpo. Veo cafés en la acera de enfrente y cruzo. Pero no me satisface su aspecto. Demasiado americanos para mi gusto; MacDonals, Burgers, Star Bucks..., etc. Yo soy así.
Sigo buscando algo distinto. Continúo por la misma acera hasta dos avenidas más abajo. En la 9ª Av. doblo a la derecha y veo un rótulo que dice EURO-PAN. Este nombre me algo distinto, menos ‘americano’ y por lo que veo a través del escaparate es efectivamente distinto. Hay profusión de bollería al estilo europeo, así que este es mi sitio.