En el Camino (1957)
de Jack Kerouac
Novela autobiográfica y mítica, emblema de la denominada Generación Beat, precursora en EE. UU. del movimiento hippie. Eso dicen de ella, no sé si para darle importancia o para desprestigiarla. La he leído a pesar de ello. Afortunadamente On the Road, traducida también por “En la Carretera”, ha trascendido por otras cosas, que yo estimo, entre las que destaca un estilo intencionadamente ligero, trepidante incluso, pero a la vez esmerado y poético, ausente sin embargo de sentimentalismo.
He llegado a familiarizarme con el título, con el autor, repasando los reiterados catálogos y anaqueles de colecciones de libros ineludibles, exhibidos como top editoriales de la literatura contemporánea. Seguramente con justicia.
Pero a la vuelta de ínfimas indagaciones me cautivó la idea de una historia sobre las aventuras de un viajero de alpargata, que parecen de nuevo florecer, en estos tiempos de depresión, de hastío insustancial y de cambio. De esos que, como decía Serrat y antes Machado, prefieren la vivencia del camino al propio destino del viaje. Por fin, me decidí a leerla porque se trataba de una historia autobiográfica, una experiencia dura y peculiar del propio autor, que me evocaba las vidas y las obras de Joseph Conrad, de Jack London o de Hemingway, entre otros, que convinieron también en que sólo se puede escribir lo que se ha vivido.
En el Camino es la historia de un autoestopista, de un mochilero, de un peregrino que se busca a sí mismo. Un vagabundo de la carretera con la necesidad de sacarle sustancia a la vida.
La novela, bastante extensa –la edición con tapa amarilla del Club Bruguera alcanza justo las 400 páginas-, es básicamente la historia de varios viajes de ida y vuelta atravesando EE.UU. de este a oeste –de Nueva York hasta Denver y San Francisco- y de norte a sur -de Chicago hasta Méjico-. En solitario o acompañado de algún amigo y amiga.
El protagonista, Sal Paradise, se identifica como un joven aprendiz de escritor que huye de la rutina diaria en busca de experiencias. Pero se marcha con lo justo para llegar a la siguiente ciudad, confiando en la buena voluntad del prójimo; un conductor incauto o aburrido, que quiera rememorar viejos tiempos o simplemente con ganas de tener compañía. Y en la fortuna de encontrar en cada sitio un lugar barato donde alojarse. O de trabajar en cualquier cosa para sacar el suficiente dinero para conseguir un billete hasta el siguiente destino, o para comerse un bocadillo de lo que sea, o para beber un anís o para pagar una entrada de una buena o cutre función de jazz, que es lo que les gusta a él y a su amigo Dean Moriarty, su alocado compañero de viaje, ladrón de coches y exconvicto.
Pero no creamos que nuestros héroes son personas retrasadas o incultas, todo lo contrario. A ambos les interesa de veras la cultura, y además la sustancian de forma muy personal. Se confiesan lectores asiduos de los clásicos, de filósofos como Nietzsche o Schopenhauer y expertos diletantes de la música jazz, del Bebop más recalcitrante, y de otras manifestaciones artísticas. Pero más que nada lo que a ellos les gusta es correr a toda velocidad en un buen coche, las fiestas y las mujeres, y demuestran una irrefrenable afición por el sexo y el alcohol, que les avoca a defender sus pareceres y sus principios, aunque sea por la fuerza. Y, por encima de todo, arde en ellos la pasión de la amistad y del amor.
Esto es lo que destila esta novela: ritmos acelerados de vida, peligrosamente acelerados, para estrujar cada instante de sus vidas. Encontraremos una apasionada y agotadora búsqueda sin freno por vivir plenamente.
Si les tienta esta proposición de lectura podrán extraer diversas sensaciones, a veces contrapuestas. Podrán saborear el regusto de la frescura de un texto escrito en tres semanas, tal como le brotaba al autor de su cabeza. Si bien parece ser que desde el 51 en que terminó la novela hasta el 57 en que se editó sufrió o se benefició de continuas revisiones.
Sobre la autenticidad del texto baste decir que Jack Kerouac escribió su novela con su propio nombre como protagonista y con el nombre verdadero de todos los personajes que aparecen. El cambio por pseudónimos fue una imposición editorial aceptada a regañadientes. Hasta el punto de que recientemente Anagrama ha editado una nueva versión con los nombres de los verdaderos protagonistas de la historia, titulada por cierto en español “En la Carretera (El rollo mecanografiado original)”. Donde Dean Moriarty es Neal Cassady, Carlo Marx es el poeta de “Aullido”, Allen Ginsberg, y Old Bull Lee es William S. Burroughs, el autor del “Almuerzo desnudo”, todos amigos de Kerouac, escritores que formaron la llamada Generación Beat.
Es posible que también a ustedes les despierte la curiosidad hacia el Jazz. Tal vez tratarán de escuchar algo de Charlie Parker, o leer el cuento que Cortázar escribió sobre él –El perseguidor-. O tal vez quieran buscar algo del gran trompetista Dizzy Gillespie, pionero del Bebop, o conocer a su más prestigioso sucesor, Miles Davis, o a cualquier otro.
En esta novela también se percibirán, además de los ecos de aquellos novelistas aventureros ya citados, la fresca osadía de las palabras más llanas, a menudo prestadas del habla coloquial, y los ingenuos y tórridos ambientes tan presentes en su maestro Henry Miller.
Mientras tanto estarán impregnándose de una de las más potentes fuentes de inspiración de la juventud bohemia y rebelde, de escritores, artistas y músicos de vanguardia tan emblemáticos como Bob Dylan, Jin Morrison, Janis Joplin o el recientemente fallecido Lou Reed. Porque On the Road, de Jack Kerouac, les estará mostrando –según la letra de su canción favorita- como caminar por el lado más salvaje y noble de la vida…
Tu-tu-rú,
tu-rú,
tu-rú,
tu-tu-ru-tú,
tu-rú,
tu-rú,
tuturutúúúúúuuuuu…
