Panorámica de las vistas de nuestra ruta de alta montañaPanorámica del gran Maestro seguido de su peor alumno por Sierra NevadaPanorámica de los tres triunfantes en la cumbre del MulhacénEl albergue de Poqueira, nuestro refugio a 2500 mts de altitud, con el gran Maestro en la puertaPlano de la ruta del Mulhacen
 

Ruta del Mulhacén -32 Km-

¡Camina y Revienta!

En la cima los tres

Allí estábamos los tres, sentados en el filo de nuestras respectivas camas, sonrientes tras echar un vistazo al festín que nos esperaba en la mesa de la habitación. Cada uno traía lo suyo y todo fue puesto en común. Chorizo ibérico y queso de oveja; jamón de bellota y salchichón soriano; un majestuoso rioja e, incluso, un excelente gazpacho andaluz. Magnífica decoración para la habitación del hostal Moraima, que nos habían recomendado como un sitio acogedor, y resultó ser absolutamente aconsejable para el viajero y el turista. Pleno al quince.

Tras el tercer vaso de vino el Maestro fue bautizado como miembro por derecho propio de las Mágicas Veredas Cordobesas, haciéndole el Tito solemnemente entrega de una camiseta del club. Fue en aquel momento, imbuidos por la fortaleza que da el vino, cuando decidimos que empezaríamos a caminar desde Capileira (a 1.432 metros de altitud), omitiendo coger el autobús que sube hasta la barrera de la Hoya del Portillo (2.711 metros), cuyo ticket se puede adquirir en el Servicio de Interpretación de Altas Cumbres y cuya parada se encuentra precisamente a las puertas del hostal Moraima.

El sueño finalmente ganó a la euforia, tomando a eso de la una posesión de nuestros respectivos lechos, dispuestos a entregarnos al descanso con una sonrisa de oreja a oreja. Recuerdo al Maestro enfundado en un pijama de franela y tapado con sábana y manta alpujarreña, imagen que parecía extraída de un fotograma de “El resplandor” y que aún hoy en día chirría en mi memoria.

El día amaneció fresco, propicio para una manga larga y tener a mano la chaqueta. Tras el obligado desayuno, en el propio restaurante del hostal, empezamos la jornada a las 8 de la mañana desde el mismo pueblo de Capileira. Nos quedaba por delante un duro recorrido de cerca de 32 kilómetros, al tener previsto, tras hacer cumbre (3.479 metros), dormir en el refugio de Poqueira (2.500 metros).

La ruta es de subida desde el kilómetro cero y las fuertes pendientes nos dieron la bienvenida desde un primer momento. A estas alturas de nuestras vidas ninguno estamos para aventuras sencillas, pues no perduran en la memoria. Meto la mano en el fuego de que ésta, sin embargo, permanecerá por mucho tiempo.

Empezamos ascendiendo por la denominada carretera de la sierra, por la que fuimos siguiendo sus sucesivos tramos, al seguir en todo momento la señalización del denominado sendero Sulayr, palabra con la que los árabes conocían Sierra Nevada. Se trata del GR-240, que nosotros tomamos hasta la barrera de la Hoya del Portillo. A partir de dicho lugar el GR se desvía hacía las Alberquillas y la localidad de Trevélez, donde concluye una de sus etapas. - Apuntado queda para una próxima ocasión, pues de todo quiere el Señor un poquito, y de esto mucho más.

La barrera de la Hoya del Portillo, a unos 11 km. de nuestro punto de inicio, es la que regula el paso de vehículos por la pista. Hasta allí hicimos el camino solos, sin cruzarnos con ningún senderista, al ser dicha barrera el lugar tradicional de partida y quedada para acceder al Mulhacén, estando dotado de un aparcamiento en el que a esas horas ya había numerosos vehículos. - Esos pollos se pelan con agua fría.

Hicimos una breve parada para deponer con el guardia encargado del lugar, el cual nos dio información sobre el itinerario a realizar y estuvo comentándonos lo duro que era el trabajo en época invernal, reflexionando sobre la gran cantidad de incautos que, sin la más mínima preparación, se entregan a la subida del pico. Tras unos minutos de grata conversación, reiniciamos nuestro recorrido a espaldas del punto de información, por una vereda perfectamente señalizada que se adentra en el pinar para desembocar en el cortafuegos que sube a Puerto Molina.

Si bien con anterioridad el Tito había venido apuntando maneras, a partir de Puerto Molina su propia realidad quedó en evidencia. Esta sería su particular y merecida ruta penitencial. En el pecado llevaba la penitencia y la expiación resultaba necesaria. Vienen a mi memoria unas palabras del querido sexagenario, cuando al poco de comenzar aquél le señaló que haríamos la ruta de un tirón.
- No vendas la piel del oso antes de cazarlo. Le dijo.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo. El paso del tiempo demostró una vez más que llevaba razón.

Romerillo y el Maestro, por su parte, iban con la mochila bien vacía, lo que motivó que el efecto acordeón no tardara en hacer acto de presencia, con el consabido efecto negativo para todas las partes. Tan malo es ir de prisa como despacio, siendo lo propio ir cada uno a su ritmo cuando las diferencias son abultadas, como era el caso.

Atravesamos nieblas y nubes - a no ser que fuera realmente el cielo lo que superamos -, pues subíamos y subíamos y no parábamos de subir. Ya se nos dijo que si alguna vez empezábamos a llanear o a descender, aunque fuera poco, es que nos habíamos equivocado de camino. Puedo jurar que no nos equivocamos.

Llegó un momento en el que pareció que habíamos alcanzado otro planeta, tal vez nuestro satélite natural, pues el paisaje se transmutó en lunar, no faltando ni sus característicos cráteres. ¡Impresionantes vistas!

Romerillo, que por algo se le conoce como el de la Sierra, decidió poner su particular velocidad de crucero, pues ya empezaba a sentir molestias en las rodillas por las interrupciones que se venían produciendo. El Maestro, que según me señaló había sido galardonado con el premio a la paciencia y prudencia, decidió acompañar al contrariado Tito, momento en el cuál se produjo la escisión del grupo. Quedaban unos 7 kilómetros para el denominado Mulhacén II, la parte más dura de la etapa.

¡Magnífico espectáculo! Aún se me eriza el vello al recordarlo. Siguiendo una senda marcada por mojones de piedras sueltas, la ascensión adquiere protagonismo en mayúscula, exigiendo una cadencia en el paso que en determinados momentos resulta insufrible, lo cual invita a coger el resuello.

En aquel tramo el terreno es un pedregal conformado por una multitud de rocas, muy fracturadas, dotadas de un brillo plateado espectacular. Las cabras montesas campan a sus anchas, todas cerca de la senda, a la espera de poder alimentarse con lo que dejan senderistas y montañistas a su paso. Sólo la desolación crece en este lugar, siendo atronador el silencio. Belleza en estado puro y sin remilgos.

Una vez coronado el Mulhacén II (3.362 metros), la existencia de un vértice geodésico parece anunciar que hemos llegado a nuestro destino. Pero no sólo en el desierto se producen los espejismos. La cima está a 3.479 metros, así que todavía nos queda subida.

Romerillo coronó a las 3 de la tarde, sorprendiéndole las vistas que se alcanzaban. Allí, echado en un murete de mampostería, tal vez instalado como cortavientos natural, se entregó de lleno a su bocadillo de jamón de pura cepa, dando rienda suelta a su naturaleza esencialmente social: Cordobeses, sevillanos, granadinos, ingleses, de todo un poco.

Sobre las 4:45 llegó el Maestro, y unos veinte minutos después el Tito, cuyo rostro era un poema y pura manifestación de dónde estábamos. Debieron darle una medalla al mérito, y un sentido aplauso le recibió. El esfuerzo había merecido la pena, siendo las sensaciones indescriptibles.

Destaca en el lugar un vértice geodésico y una capilla de la virgen de las nieves, donde pueden observarse restos de ofrendas de todo tipo.

A tanta altura los milagros debían estar a nuestro alcance. Agotada el agua vino a auxiliarnos el servicio de guardería del Parque, que allí se encontraba. Uno de sus componentes nos dio prácticamente toda la que llevaba, reservándose sólo un quinto de la botella. Otra cosa no podemos que agradecer, una vez más y por esta vía, la ayuda, sin la cual hubiera sido muy complicado el descenso. Todos los días se aprende algo, y, en el caso que nos ocupa, ser más previsores en cuanto al líquido elemento. No es exagerado plantearse llevar 2 ó 3 litros de agua/persona en estos recorridos. Más vale que sobre que no que haga falta. Muchas gracias de nuevo.

Tras unos minutos de recuperación iniciamos el descenso, sumamente contentos por nuestra particular proeza. Si bien volvimos sobre nuestros pasos, pues la niebla se había echado y no era recomendable tomar el itinerario de la Laguna de la Caldera, buscamos la desviación hacia el refugio de Poqueira.

Con la mente imbuida en la etapa y la añoranza de unas cervezas fresquitas, llegamos al precitado albergue.

La ubicación del refugio es privilegiada, al estar en la loma del Mulhacén y con vistas al Veleta. Si bien se le puede reprochar que destina poco espacio a los baños y que se facturan independientemente servicios que van de suyo (como por ejemplo la ducha), digno es de reconocer que posee todos los elementos necesarios para hacer cómoda la estancia, generando la convicción de que es un lugar al que hay que volver, pues el conjunto merece la pena. Resultamos a 50 € por cabeza (dormir, ducha, cena, desayuno y refrigerio).

Indicar que no viene mal ir provisto del saco de dormir, pues las sábanas que facilitan son desechables, similares a las que disponen muchos albergues del Camino de Santiago. Para evitar ideas preconcebidas resaltar que es un albergue y no un hotel.

La cena no estuvo mal y nadie quedó con hambre. Repetimos cuantas veces quisimos. Así pasó también con las cervezas, pues cayeron tres por barba. Las mejores de todo el año.

Agotados por la jornada sobre las 10 de la noche nos fuimos a dormir. Allí estaba de nuevo el hombre del pijama a rayas. Estoy seguro que la gripe no le tose a menos de quinientos metros.

Documentos adjuntos a esta publicación
El tito antes de colapsarRomerillo terminado el ascenso del pinarEl gran Maestro posando a su llegada a la Hoya del PortilloRomerillo apoyando moralmente a su tito desfallecidoEl sabio Maestro corrigiendo la trayectoria equivocada del errado alumno El tito en su proceloso ascensoRomerillo sonriendo a su llegada al Mulhacén II en solitarioAlumno y Maestro satisfechos a su llegada a la cima del Mulhacén IIRomerillo en la cumbre del Mulhacén II Los tres al fin en la cima del MulhacénEl Maestro con el alumno que aprueba al final por los pelosRomerillo con el Maestro enardecidos por el triunfoRomerillo bajando con el MaestroRomerillo imitando a su tíoEl Maestro sacando al alumno más atrasado de las nubesEl tito en la pose que adoptó con más frecuencia en este día aciago Romerillo posando satisfecho ante una gran grieta de la montañaEl gran Maestro recogiendo el agua de la exuberante naturaleza
 
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