Sábado 29 de julio de 2017
Por fin llegó el último día de senderismo de la temporada para los tres aplicados montañeros cordobeses. Cuando pusieron sus cronómetros a cero el Tito empezó a hacer memoria del gran viaje de vacaciones que le esperaba con su familia. El día anterior había abonado en la agencia el segundo pago, como confirmación de la reserva que estaba hecha desde hacía ya más de tres meses, y con eso aún faltaba la otra mitad por abonar, así es que se creyó en la obligación moral de contar a sus amigos al menos algunos de sus principales puntos de interés, para tratar de amortizarlo de alguna manera.
Por otro lado casi compadecía a sus compañeros, pues el Tito sabía perfectamente los planes del maestro y de Romerillo, y, la verdad es que casi le producían un poco de lástima sus vacaciones. Ellos se conformaban con un par de semanas en la playa, en sus respectivos apartamentos, y apenas dejaban a la aventura, otra semana más o diez días, para recorrer el Camino de Santiago por tercera o cuarta vez, haciéndolo además por la ruta del norte más escarpada que encontraran, como si no tuviesen bastante con las palizas de los once meses anteriores. Cuando Romerillo escuchó que su tío volvería a salir al extranjero a recorrer el centro de Europa, inmediatamente le vino a la cabeza la cuestión económica, y antes que nada, empezó por preguntarle el precio del viaje.