Tras “A sangre fría”, epopeya de la violencia y del rencor social, era ineludible de inmediato bajar a su autor del altar para seguir escuchando aquella rica y atinada voz.
Nadie diría que es el mismo escritor el de esas dos maravillosas obras maestras. Esta es una pequeña historia de noventa páginas, aquella una gran novela de más de cuatrocientas. La novelita llevada al cine por Blake Edwards y Henry Mancini, con el papel estelar de Audrey Hepburn, es una pieza un tanto intimista, trasnochada y sutil, mientras que el relato de los crímenes de la granja de Kansas y de las atormentadas vidas de dos asesinos es la narración periodística de la realidad más grosera y cruel. Aunque podría decirse que en ambas subyace una censura y, a la vez, una profunda comprensión por las actitudes inmorales de sus personajes. Por ello y por lo demás comparten, secretamente, el trasfondo amargo de la novela negra, sin serlo decididamente ninguna de las dos.