Lo que voy a narrar ahora son hechos que he vivido directamente o que he conocido por personas de mi total confianza, en la mayoría de los casos bastante tiempo después de que estos sucedieran, aunque no por ello me hayan causado menor impacto a mí y a toda la congregación de la comarca de Yonville.
Las relaciones entre mi señora y yo no atravesaban un buen momento, sobre todo después de la marcha a París del joven León Depuis, pues sin duda este se había convertido en su mejor compañía. Compartían conversaciones, juegos y otros entretenimientos, que le hacían pasar a ella sus días con un cierto humor entre melancólico e ilusionado, pero ciertamente más soportable, haciéndome a mí y a los demás aquella época más llevadera, pues cuando menos prestábame un mínimo de atenciones. Después todo cambió. Emma se refugió en su mundo, entre espiritista y religioso, en sus apasionadas novelas, en sus cartas, propias y ajenas, y yo fui borrado de su mapa; sólo quedé como su principal fuente de suministros, aunque no la única, según fui conociendo después.
Las elecciones en nuestro distrito trajeron a Yonville a algunas personalidades y a algún personaje de los que sólo el dinero o la política pueden arrastrar. Rodolfo Boulanger era uno de estos últimos, o al menos eso parecía al principio.