«Todos los Estados reales son corruptos» RALPH WALDO EMERSON
Por el Antiguo Testamento sabemos que Dios en el Quinto día creó a todas las especies y a los monstruos marinos como Leviatán —con forma de serpiente gigante con varias cabezas o de dragón marino (GENESIS 1:21)—. Y más tarde se arrepintió y mató a la hembra de la pareja para que no pudiera reproducirse como los demás animales por el temor de que resultaran imparables para la Humanidad, y dio su carne a comer a los hombres honestos (ISAÍAS 27:1). Las interpretaciones religiosas no coinciden exactamente, pero por la doctrina cristiana sabemos que Leviatán sería la encarnación de Satanás, que en forma de serpiente también provocó la expulsión del Paraíso Terrenal de Adán y Eva. Por tanto la figura del Leviatán se asocia al pecado, al mal, al infierno y está condenada —digamos— al castigo divino. Esta es la clave principal que nos propone Paul Auster en esta compleja novela.