Tercera novela del autor, recopilada posteriormente en “La trilogía de la niebla”, junto con “El príncipe de la niebla” y “El palacio de la medianoche”. Libros ideales para su lectura por parte del público más joven, entre los cuales me encuentro, por mucho que el espejo se empecine continuamente en poner trabas al respecto.
Haciendo gala una vez más de su maestría, Carlos Ruiz Zafón formula este fenomenal broche de la trilogía, haciendo uso de los recursos que tanto atraen a aquellos lectores a los que inicialmente va dirigido este tipo de libros: historia de aventuras; aderezada con un toque de suspense; cocinada en un fondo de misterio; protagonizada por adolescentes; y marcada por un amor estival imperecedero. Todo ello con una escritura ágil que resulta fácil y rápida de leer, favoreciendo la introspección.
A muchas personas, como mero instinto neurótico, primario e irracional, les produce desasosiego la oscuridad, causándoles auténtico terror no solo los habituales ruidos que tienen lugar en la quietud de la noche cuando la ausencia de luz impera, sino, en mayor medida, las sombras que surgen espontáneamente a nuestro alrededor, algunas de las cuales parecen tener vida propia. Al mantener fija la mirada en ellas, a riesgo de sufrir estrabismo crónico, se llega a percibir que están dotadas de movilidad.