Lo que cuesta esquiar

*(Extraído del correo electrónico enviado por Juanjo a sus compañeros de Veredascordobesas.com el siete de diciembre de 2017).

Queridos compañeros senderistas, qué feliz soy de disfrutar de vuestra compañía. Sólo me proporcionáis parabienes. En nuestras largas y provechosas conversaciones por el campo he podido aprender tantas cosas de vosotros. Sois mis verdaderos mentores. Lo último, cómo hacer para amortizar la hipoteca de la manera más ventajosa posible. Imaginaos, yo que siempre había pensado que cuando nos concedió el banco el préstamo hipotecario a treinta años, poco menos que les habíamos metido un gol por toda la escuadra… Pero ahora veo que no, que es mejor ahorrar mucho y devolverle el dinero lo antes posible, y tratar por todos los medios de que no te quede nada para la jubilación. ¡Qué previsión! ¡Qué sabiduría! ¿Cómo he podido estar tan engañado? ¡Tengo tantas cosas en la cabeza y tantos frentes abiertos! La verdad es que ya estoy casi convencido, aunque mi mente no sea capaz de asimilar todos los detalles, pues ya sabéis que mi reino no es de este mundo, y la cabeza me va y me viene de acá para allá por los controvertidos rincones de nuestra vilipendiada historia; ese es ahora mi carril: desde la República a la Guerra Civil, y de esta a los años del Franquismo, de los que ya he salido y antes de llegar a la Transición me he enfrascado en el tipo ese medio británico medio japonés que acaba de ganar el Premio Nobel este año, que se me había pasado por el ojo tuerto y le quiero seguir la pista, mientras pongo a prueba la operativa básica de mi nuevo GPS e indago a ratos perdidos sus sofisticadas características. En fin, que no estoy muy centrado en el tema económico en estos momentos. Pero sí quiero que sepáis que tengo en cuenta todas vuestras recomendaciones, que ejercéis siempre en mí una influencia benefactora y que nunca podría encontrar otros amigos más sabios, prudentes y austeros que vosotros, ni compartir otro deporte más sano y económico que el nuestro: el senderismo, por supuesto.

Mi reflexión se debe a que como sabéis este próximo fin de semana os abandonaré para ir a esquiar con mi familia. Quiero recordar que el Canijo se interesó por saber el precio que nos costaba dejar a mi hijito en manos de una escuela infantil de esquí durante unas horas, que es lo que haremos para poder disfrutar nosotros de este esforzado deporte que no parece avenirse muy bien con el caluroso clima cordobés. Esa gestión, como otras muchas, la ha estado llevando a cabo mi diligente esposa, que tan bien vela por nuestros intereses. Así que os voy a deleitar con la enumeración de las diversas partidas presupuestarias, para que disfrutéis sabiendo con pelos y señales lo que os vais a ahorrar aquí, mientras nosotros padecemos el frío y las mil adversidades que nos acechan en aquellas inhóspitas cumbres. Os pondré al tanto de lo que cuesta esquiar en Sierra Nevada un fin de semana para una familia como la nuestra de tres componentes, no importa que solo haya treinta kilómetros esquiables mañana o los ciento veinte que se pueden llegar a esquiar en su totalidad. Y por si os animáis un día de estos a acompañarnos.
Como sabéis ya tenemos reservado un HOTEL en Granada, en la misma salida de la carretera de la sierra, uno que no es gran cosa, un tres estrellas pestoso, pero en este caso hemos primado la ubicación. Lo ideal sería que estuviera en la misma urbanización de Sierra Nevada, en Pradollano, para aprovechar bien el día, pero allí es mucho más caro, evidentemente. En contadas ocasiones hemos podido disfrutar nosotros de ese gran lujo. La reserva sólo es por una noche, para el sábado nueve de diciembre, porque el viernes —día de la Inmaculada— estaba todo completo. El importe (¡oferta especial!) para dos adultos y un niño de once años es de setenta y seis euros (¡clinc!), solo alojamiento, sin desayuno. Según mi querida esposa, hoy por hoy, ese día de estancia nos costaría ciento veinte. Sí, ha subido. Para los que recurren al último día siempre es más caro.
Pero el concepto “hotel” es poco significativo. Si hubiéramos ido a Granada de turismo lo tendríamos que haber pagado igual. Lo interesante está en «cuánto cuesta esquiar». Sigamos.
¿Sabéis lo que es un FORFAIT? Un forfait es un pase para entrar en las pistas de esquí y poder usar los remontes mecánicos: al telecabina que asciende de Pradollano a Borreguiles, que es donde están la mayoría de las pistas; y a los telesillas que nos suben desde allí a lo alto de cada una de ellas, para descender esquiando. Al abonar el importe nos entregan una tarjeta magnética con un código que se activa al pasar por los tornos de acceso, y hace que se abran a nuestro paso. Normalmente se lleva en un bolsillo del chaquetón y no hace falta sacarlo. Los nuestros llevan fotografía y todo, porque no son tarjetas de un solo día, sino los carnets de socios. Los forfaits son más caros en temporada alta, en la que se incluyen los días de fiesta y todos los fines de semana, como este. Los de adulto cuestan 47,50€ para todo el día, desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde. También hay un forfait de media jornada más barato para esquiar solo de 13 a 17 horas, pero ese nunca nos ha interesado, porque para una vez que vamos hay que aprovechar bien el día. El forfait para niños de once años cuesta 31€ diarios en temporada alta, aunque Caramelito es una excepción, pues debido a su “dulzura” intrínseca sólo nos cuesta diez euros (aportando la documentación pertinente). Por lo tanto el concepto forfait quedaría así: 47,50 dos días son 95; para dos adultos 190. Y diez euros cada día del niño, veinte euros más. En total: 210 euros (¡clinc!).
Serían 42€ más si vuestro hijo no es “superactivo” como el nuestro, es decir: 252€ en total. ¡Sólo por utilizar las pistas! Y eso que se trata de un centro público de la Junta de Andalucía (CETURSA), ¡que si fuera privado…!
Nosotros —mi diligente esposa, quiero decir, que es quien se ocupa de esto mientras yo conduzco— solemos sacar los forfaits por Internet, pero esperamos hasta el último día y al último instante. Lo suele hacer cuando estamos llegando a la estación en el coche, con el teléfono móvil, mientras escuchamos a Ana Belén cantando Peces de Ciudad de Sabina a toda pastilla, que es nuestro himno para esquiar, una canción que ponemos siempre cuando llegamos al parking y nos lo encontramos abierto, es decir, antes de las nueve de la mañana, como para entrar en combate. Esto lo hacemos para no tener que esperar cola en las taquillas y por si hay algún problema meteorológico de última hora por el que puedan encontrarse cerradas las pistas. Si tenemos duda subimos a las taquillas a preguntar, para asegurarnos que se puede esquiar ese día, o que se ha anunciado la apertura próxima. Aunque en Sierra Nevada es poco frecuente, el clima de alta montaña es imprevisible. Puede hacer un día espléndido en Granada y allí arriba tener un día de perros, así que cuando hace mal tiempo (vientos fuertes o tormenta) hacen parar los remontes para que no se pueda subir a Borreguiles, porque en un día de ventisca no hay ninguna visibilidad y te puedes salir de la pista y caer por un barranco. También se cierra la estación para evitar el peligro de los cimbreos de los remontes debidos al fuerte viento, que se podrían despeñar con sus ocupantes dentro, o quedarse inmovilizados si se produce un apagón, en medio del enorme congelador que es el Veleta en invierno. El esquí es un deporte estupendo pero un deporte de riesgo en un sentido amplio, y hay que tomárselo en serio. Algunos pensarán que esquiar es algo tan fashion como pasear por la calle Cruz Conde de compras, pero en realidad solo se le parece en el dinero que te puedes llegar a gastar en ambos sitios. Una cosa es ir de tirabolas, de dominguero, y otra muy distinta de verdadero esquiador. El esquí es un microcosmos de peculiaridades.
Pero pasemos a otro capítulo que, aunque menor, también suma, y hay que pensar en ello porque es de las cuestiones más relevantes. Me refiero al APARCAMIENTO. Podéis suponeros lo difícil que resulta aparcar en una estación de esquí, sobre todo en temporada alta. En la urbanización es prácticamente imposible. Los vehículos aparcan al llegar en la calle y no lo mueven hasta el día de su marcha. Para ello Cetursa ha habilitado un enorme parking subterráneo a la entrada de Pradollano y, más recientemente, otros al aire libre, en la zona más alta de la estación, donde están las instalaciones de alto rendimiento de la Hoya de la Mora (C.A.R.). El importe para un día completo de estacionamiento en el aparcamiento subterráneo es de quince euros. Dos días serían treinta más que añadir al presupuesto (¡clinc!). El aparcamiento al aire libre cuesta cinco euros al día todo el fin de semana, pero es difícil encontrar una plaza libre, y no sé si nos interesa siquiera. El subterráneo está protegido con vigilantes uniformados, tiene cuartos de baño y es más cálido y acogedor para cambiarte y descambiarte de la incómoda ropa del esquiador. Ponerse las botas no se puede hacer dentro del vehículo, por mucho crossover que llevemos ahora. Y hacerlo a la intemperie a las nueve de la mañana después de habernos levantado a las cinco y haber aguantado la cola de coches por la carretera hasta llegar arriba, nos calaría el frío hasta el tuétano, por lo que no me parece la mejor manera de comenzar nuestra maravillosa jornada de esquí.
Pasemos al capítulo MATERIAL. Para esquiar no sólo necesitamos unos esquís. Necesitamos una buena ropa de abrigo: un chaquetón y unos pantalones de abrigo ligeros e impermeables, una o dos camisetas térmicas, calcetines gruesos y guantes acolchados, un gorro polar y unas bragas, unas gafas de sol y otras de ventisca por si acaso, los esquís con sus fijaciones, las robustas y pesadas botas y los bastones. Y con toda esta parafernalia encima y una mochila cargada a la espalda con agua, frutos secos, las gafas de repuesto y algunos enseres personales, se practica nuestro deporte invernal favorito. Caso aparte han de considerarse los cada vez más numerosos aficionados al snowboard, un deporte diferente que consiste en deslizarse lateralmente sobre una tabla ancha y pesada, sin la ayuda de los bastones, pero sí con casco obligatorio, como en los deportes de motor y de riesgo, lo que indica el peligro adicional que representa este nuevo deporte tanto para el propio snowboarder como para el resto de practicantes.
Veamos, si suponemos que lleváis la ropa de casa (que es mucho suponer; como nosotros) y que solo tenéis que alquilar los esquís, las botas y los bastones, podemos estar hablando de unos veinte euros al día; cuarenta el fin de semana, y algo menos los niños (unos 30€). Sumando tendríamos en concepto de material 110 euros los tres todo el fin de semana (¡clinc!). En nuestro caso nosotros tenemos de todo, pero…, mis botas no me entran, creo que se han dado de sí las fundas del interior y no puedo meter el pie. Al menos no podía hace dos años, y no creo que hayan mejorado con el tiempo, así que, o me alquilo unas por 23€ (¡clinc!), según folleto publicitario, o me decido a comprar unas por setenta y nueve con el dinero de la venta de mi GPS antediluviano, que sería lo más rentable. Además, a Caramelito se le ha quedado todo pequeño, y lo de su hermano aún no le viene bien, sólo le vale la ropa —que no es poco—, aunque lo del material lo hemos podido solucionar gracias a que la escuela de esquí lo incluye en el precio. Por lo que a él respecta, desde luego, no nos podemos quejar.
Pasemos pues a ese otro concepto ahora: la ESCUELA DE ESQUÍ de nuestro hijo. Decir que esto es igualmente imprescindible, que no se trata de ningún lujo de pijos ni nada de eso. Hablamos de un niño de once años recién cumplidos, con tendencia a despistarse y a tener conatos de impulsividad; que no sabe esquiar, porque las dos o tres veces que ha venido con nosotros hace ya varios años, era muy pequeño y lo llevábamos a la guardería infantil de Borreguiles, donde apenas les daban unas mínimas nociones para sujetarse de pie en los esquís y poder andar un poco sobre ellos. El resto del tiempo se dedicaba a hacer actividades de interior. Sus padres podríamos darle las primeras nociones de esquí, pero nosotros también queremos disfrutar esquiando, así que de esta forma el niño está entretenido aprendiendo y nosotros pasamos dos mañanas enteras esquiando por el escaso terreno que hayan podido producir las máquinas de nieve artificial. Pero ¿cuánto nos supone eso? Pues exactamente, según el reciente email de la Escuela Internacional de Esquí (se llama así) nos cuesta 95€ (¡clinc!) el fin de semana completo, e incluye tres horas diarias de clases compartidas para seis alumnos principiantes como él, así como todo el material.
Dejaremos las tardes libres, después de comer, para tratar de esquiar los tres juntos, si nos quedan fuerzas y valor, tanto a nosotros como a él, para lanzarnos por las pistas más fáciles (verdes) pero más concurridas. Nunca se sabe, a lo mejor aprende rápido en un par de días. Alguno de los niños que nos han acompañado estos años pasados han empezado a esquiar desde el primer día sin caerse apenas, y al segundo día han bajado con nosotros desde arriba, desde Borreguiles, hasta abajo, hasta Pradollano, por la pista del Río esquiando, una pista azul estupenda que tiene casi tres kilómetros de larga y 550 metros de desnivel. Esos momentos son los que se disfrutan de verdad como un verdadero esquiador, los que te hacen olvidar las penalidades de la alta montaña y te incitan a volver otro día.
En fin, ya nos queda menos, sólo nos falta el carburante y la alimentación. En cuanto al GASOIL, decir que nuestro vehículo es especialmente económico. En el folleto del fabricante decía consumir 3,6 litros a los cien en circuito extraurbano. Esto no hay quién se lo crea, claro, pero si le ponemos que sean unos cuatro litros la media por autovía respetando los límites de velocidad y siete u ocho subiendo la sierra, tenemos como mínimo unos 50€ el viaje de ida y vuelta (¡clinc!), que es lo que yo le hecho siempre.
Y para terminar, la COMIDA. Serían dos desayunos, dos almuerzos y una cena. Veinte euros los desayunos, o más, porque los esquiadores consumen muchas energías y es necesario hacer acopio de calorías antes de empezar la dura jornada. El primer almuerzo sería ligero, porque bajaremos cuando termine sus clases Caramelito. Nos tomaremos solo un bocadillo, un café bien cargado y seguiremos luego esquiando. Tres bocatas con sus bebidas no serán más de veinte euros, aunque con el café y unos pistachos o unos cacahuetes para picar entre horas, podemos anotar veinticinco sin llamarnos a engaño para el primer almuerzo. El segundo día habrá que buscar una pizzería o algún restaurante medio decente para almorzar, con lo que se nos irá casi el doble; pongamos cincuenta euros más. Igual que la cena, en esta no vamos a escatimar. Después de estar todo el santo día haciendo ejercicio, almorzando ligeramente para seguir esquiando, los esquiadores suelen tener un hambre canina a la hora de cenar. Así que si sumamos los desayunos, almuerzos y cenas tenemos un total de 150 euros más (¡clinc!). Y eso es todo, creo.
Espero no olvidarme de nada. No contamos con recibir ninguna multa de tráfico ni tener que afrontar el consabido gasto de las cadenas para el nuevo vehículo, ya que la previsión es de tiempo soleado para todo el fin de semana. Ya hablaremos en otro momento de lo que es un día tormentoso en las cumbres de Sierra Nevada.
Si echamos cuentas de todos los conceptos el presupuesto quedaría así: el hotel 76€; los forfaits 210; el parking 30; botas de alquiler 23 (79 si me decido a comprarlas); el gasoil 50 y la comida 150 más. Con lo que tenemos un total de 539 euros: (¡CLINC!).
¿Es caro? Pues echad ahora vuestras cuentas y vais a ver. Si no tuvierais el material —como nosotros— ni un hijo con descuento —como vosotros— los números se elevarían en 87€ más por el alquiler de botas, esquís y bastones para los tres; y en otros 42 por el forfait de un niño convencional. TOTAL: 668€: (¡CLINC!).
Así que, si queréis seguir amortizando hipoteca, disfrutad de un fin de semana de senderismo en nuestras mágicas veredas cordobesas, que os trae más cuenta, y dejad Sierra Nevada para los que no tenemos la cabeza en su sitio.
Y esto es solo la cuestión económica*. Otro día podemos hablar de la pareja que sube a Sierra Nevada por primera vez para pasar un fin de semana de ensueño, o del que lo hace en un día de ventisca infernal. Esas son otras instructivas historias para más adelante. Me despido hasta entonces. Un abrazo.

El Tito Juanjo (controvertido personaje de las mágicas rutas noveladas de Veredascordobesas.com).

EN CÓRDOBA A 7 DE DICIEMBRE DE 2017

NOTA:

(*) Sin pararme a valorar pormenorizadamente cada partida presupuestaria, los precios desde diciembre de 2017 —que se publicó este escrito— hasta octubre de 2022 —los últimos datos publicados—, han subido en Granada algo más del 14% y en Córdoba alrededor del 15%. Si contemplamos pues, una subida media del 14,5%, el presupuesto para esquiar un fin de semana en Sierra Nevada una familia de tres miembros a fecha de hoy rondaría los 765 euros; que no es ninguna bagatela o —como diría más literariamente Borges—: «no es una cuestión baladí». ¡Que no es moco de pavo, vamos!
Para que veáis lo que cuesta esquiar. ¡Y escatimando!
(Continuará).

En Córdoba a 22 de diciembre de 2022