Panorámica del tito en las ErmitasMapa de la ruta Las Jaras Express
 

Las Jaras Express (25 kms)

Por la Cuesta de la Traición y vuelta por las Ermitas y la Cuesta del Reventón

Padre e hijo senderistas

El tito, en sus más de dos años de senderista, ha tratado numerosas veces de llevar a su dilecto hijo de 19 años a dar un paseo por el campo. Ha esgrimido su mutua afición a los deportes, la placentera sensación del contacto con la naturaleza, la oportunidad de fortalecer los vínculos familiares, etc, etc… Pero nunca mereció más que un mero comentario como respuesta:

“- Eso del senderismo está sobrevalorado papá”.

Y ahí quedaba la cosa.
Pero el viernes pasado el tito, que precisamente hacía de huésped de su amigo don Alonso, que estaba de “rodríguez” y al que había invitado a degustar algunos manjares de la tierra que tan exquisitamente preparaba su señora, recibió una llamada de su querido vástago en presencia de ambos. La llamada era para proponerle un plan que sabía que le gustaría.

Le preguntó a su padre si tenían algún recorrido desde Córdoba que llegara hasta las Jaras. Naturalmente éste le respondió que sí, ya saben, Las Jaras es el punto más extremo de lo que nosotros llamamos “Las Clásicas Veredas Cordobesas” (véase en la web). Entonces, lo creerán, le propuso que si le parecía bien el sábado ir juntos andando hasta allí. La conversación trascurrió más o menos así:

- Naturalmente, pero, no te importará que te recoja temprano. Nosotros salimos a las 6 y media para que no nos pille el calor.
- Está bien papá, recógeme a esa hora si quieres.
¡Inaudito! Algo pasaba aquí. Cómo era posible este arrebato naturalista. ¿Qué había en las Jaras para andar hasta allí?
Lo pueden imaginar; la llamada del amor. Su guapa novia tiene en Las Jaras su casa de campo familiar y el mozo no tenía cómo ir. Su madre no le prestaba el coche así que estuvo dispuesto a levantarse a las 6 h., después de acostarse a las 3 h. y hacerse 10 kms. para estar junto a ella. ¡Aayy! ¡Qué bonito es el amor!
Pues sí, lo llevaríamos como un paquetito envuelto en celofán para su querida novia hasta Las Jaras, como lo haría cualquier transporte de mensajería comercial, y después de dejarlo allí, Romerillo y su tío darían la vuelta por otro sitio distinto para completar nuestra ruta.
Dicho y hecho; el tito recogió a su hijo a las 6,30 h. en Colón para aparcar cerca de la casa de Romerillo, que esperaba allí. Tras los oportunos retoques en la vestimenta del senderista novel, que cargaba con su buena mochila para todo el fin de semana, salieron a las 6,50 h. de la mañana, rumbo a Las Jaras por la Avda. del Brillante.
Los primeros pasos sorprendieron al jovencito pues no esperaba él aquella arrancada de sus vetustos acompañantes. Aún soñoliento balbuceó su protesta por aquel endiablado ritmo vespertino. Y la respuesta no se hizo esperar:
- No creerías que íbamos de paseo, no.
El pobre muchacho acabó despertándose definitivamente y comprendió que aquello no sería dar un paseíto hasta las Jaras, sino más bien unas verdaderas “marchas forzadas”, como las que acostumbraba él a hacerles a sus numerosos ejércitos a los mandos de su videoconsola.
El chaval que era competitivo como su propio padre no quiso poner muchas pegas, apretó el paso y sonrió; no lo iban a achicar a él estos vejestorios.
La avenida del Brillante la hemos recorrido muchas veces en coche, pero pocos la han subido desde abajo a arriba, hasta el Cerrillo, andando (este es el caso de nuestro joven y espigado acompañante). La charla enmascara a veces el rigor del camino, pero con buen ritmo, cuando llegas a San Juan de Dios, empieza a subir la temperatura aún en las mañanas más frescas. Hasta el Cerrillo son 5 kms. que suponen un buen calentamiento para cualquiera.
Desde el Cerrillo nos dirigimos a la Cuesta de la Traición como indican los postes de señalización en el cruce, para entrar sin transición en el campo en una de las veredas más difíciles y hermosas que tenemos.
Mientras la urbe le había ido bien a nuestro joven, aquel tortuoso camino entre piedras de todos los tamaños, sin bajar el ritmo, le volvió a sorprender, quedando momentáneamente atrás.
- ¡Pues vaya un camino! ¿Por qué no nos vamos por la carretera mejor?
- Porque hacemos senderismo hijo, preferimos el campo, la naturaleza.
- Esto del senderismo está sobrevalorado, ¡eh!
- ¿No te gusta hijo? Mira que camino tan bonito. Con sus puentes de madera, los banquitos de piedra y todos esos árboles…
- ¡Mu bonitoo!
A Romerillo por estos lares le gusta andar deprisa. Es como si tuviera un mecanismo interior propulsado por las dificultades del terreno, como un motor invertido; mientras más cuestas más deprisa va él, y pendiente abajo es cuando va más lento.
Padre e hijo quedaron momentáneamente atrás, pero pronto el muchacho le cogió el tranquillo a la escalada y se olvidó de él, hasta ponerse a la altura de Romerillo. Pugnaron ambos entonces por sortear las rocas de aquella dura vereda lo más deprisa posible. Convirtiéndose aquello en una peligrosa película de cine cómico. El chaval poco acostumbrado a andar tan rápido, de pronto echaba a correr, a lo que estaba más acostumbrado, para poder seguir el ritmo del sobrino, tratando siempre de aparentar que el esfuerzo realizado no era excesivo. Mientras tanto el tito los contemplaba entre asombrado y orgulloso de ver a su hijo codearse con tan experimentado senderista.
Cuando asomaron por el Lagar de la Cruz ni siquiera dio muestras de asombro, como suele ocurrirle a los que por allí aparecen por primera vez salidos de aquella cuesta. El tito salió por detrás rezongando no sé qué cosa de las malditas carreras entre chorros de sudor y fuertes resoplidos.
Aquello pareció unir a los dos más jóvenes contendientes pues a través del GR-48 se enzarzaron en una extensa conversación que hizo coger las riendas del camino al perjudicado tío, ya más sereno. Imponiendo un ritmo que pretendía, supongo, restituir su malograda dignidad de atleta veterano.
Este tramo del reconocido Gran Recorrido (GR) serpentea entre un tupido bosque de árboles y matorral, cruzando varias veces la propia carretera a Las Jaras, lo que sin duda desorienta las primeras veces al caminante, por lo que el chico manifestó sentirse incapaz de volver después por el mismo camino. Ni ganas, claro.
A los diez kilómetros exactos llegamos a la entrada de la urbanización. Unas fotos inmortalizarían aquel momento, continuando finalmente hasta el punto exacto de destino, muy cerca, a menos de un kilómetro, unas calles más abajo.
Entregamos nuestro paquete a portes pagados, en cuya etiqueta decía:
- Lugar de Procedencia: El Vial Norte
- Punto de destino: Urbanización Las Jaras
- Hora de salida: 6:50 h.
- Hora de llegada 8:56 h.
- Tiempo invertido: 2 horas y 6 minutos
- Distancia recorrida: 10 kms. y 900 mts.
- Velocidad media: 5,2 kms/hora
- Estado del paquete: Cansado pero contento.

Como era tan temprano el novio no se atrevía ni a llamar todavía a la puerta. No fuera a despertar a la familia y empezar con mal pie el fin de semana. Así que aprovechamos para comernos la fruta y cambiarnos de camiseta para hacer tiempo. Pero en diez minutos estábamos ya despidiéndonos muy satisfechos todos de aquella saludable misión de mensajeros.
La vuelta tiene poco que contar. Romerillo y el tito también se despedían por vacaciones, con lo cual el recorrido se hizo un tanto tristón. Retornaron de nuevo por el GR-48 hasta el Lagar de la Cruz, sin tantas ganas ya de correr. Al llegar allí se desviaron en el cruce a la derecha, entre la carretera de las Siete Fincas y la que baja a Córdoba, una vereda que llega hasta las mismas Ermitas.
Apenas hicieron fotos, parecían de pronto estar de mal humor, sobre todo el tito, enfrascados en una absurda discusión sobre si fueron galgos o podencos. Antes de bajar por el Reventón, en la misma carretera trepó Romerillo a una de aquellas cruces por hacer alguna gracia que suavizara las cosas. A la vez aprovecharon para tomar una fotografía panorámica con las Ermitas al frente y Córdoba al fondo.
Bajaron cansinamente La Cuesta del Reventón, frecuentada a aquellas horas por algunos ciclistas que empolvaron aún más el ambiente. Descendieron al terminar el Reventón por el camino que sale por las rocas hacia abajo, continuación de la Vereda de las Ermitas, con cuidado de no resbalarse al principio por sus escurridizas pendientes, hasta llegar al parador de la Arruzafa. Desde donde pronto conectamos con nuestro punto de partida.
Al final 25 kms., más de lo esperado, nada mal para ser la última ruta de la temporada.
Una ruta histórica por haber servido para iniciar al hijo mayor del tito en esto del senderismo. Pensamos en cómo ponerle a esta ruta. Tentados estuvimos de nombrarla “Senderismo por amor”, pero de ser así el chaval no nos lo hubiera perdonado nunca. Así es que se nos ocurrió ponerle como a muchas agencias de transporte de Mensajería, con el “Express” detrás, pues al fin y al cabo fue una especie de servicio de transporte en lo que consistió la ruta. Y como creo además que hicimos un buen trabajo; rápido y seguro, así se quedó: “Las Jaras Express”.
Ahora cerraremos nuestra agencia unos días para unas merecidas vacaciones. Pero pronto estaremos de vuelta. En busca de nuevas sensaciones por nuestras Mágicas Veredas Cordobesas.
Que ustedes descansen andando sólo un poquito, sean felices con un buen libro y gasten poco en sus vacaciones.
¡Buen Camino!

Documentos adjuntos a esta publicación

Gonzalo y RomerilloRomerillo y su primo de buen rolloPadre e hijo en Las JarasEl tito mirando atrásRomerillo con su cruzEl tito entre las piedrasRomerillo frente a las ErmitasEl tito sonriente por la ArruzafaRomerillo en el camino de la ArruzafaEl tito en el parador de la Arruzafa
 
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