¡Ayer el doctor P. me dio carta blanca para poder hacer el Camino de Santiago!
Que cuando vuelva trataríamos el problema de la rótula –lo que quiere es operarme-. Me puso la segunda infiltración de mi propio plasma enriquecido con mis plaquetas –tras un centrifugado rapidito en una especie de lavadora de laboratorio- y me dijo que descansara, que tras la última infiltración de ácido hialurónico –la tercera- empezara a andar poco a poco y que si quería coger la bici, que le subiera mucho el sillín para no tener que flexionar tanto la rodilla. Que cuando llegara del Camino trataría de conseguir que pudiera echar a correr también. Yo, la verdad, eso ya lo había dado por perdido, y me resulta muy difícil de creer, dado que mi recaída se debió justo a eso –a mis últimas carreras universitarias- . Pero, de todas maneras, estoy muy contento de cómo van las cosas.
Romerillo comienza mañana también a andar por el campo. Va a ir a Alcolea: 15 km; tres horas. Hemos quedado allí para desayunar. Él pronto estará completamente recuperado, si no hace excesos. Pero a mí me queda poco tiempo y me da la impresión que llegaré al Camino aún con dolores. Aunque esta semana ya puedo subir y bajar escaleras sin pararme en cada escalón.
Habrá sido obra de la Virgen de la Fuensanta, a la que fuimos juntos el mismo sábado después de venir del entrenamiento en el Campus. Es una tradición que he continuado heredada de mis anteriores suegros, que eran muy devotos de este santuario y de esta virgen, a donde viene la familia a echar sus rezos y súplicas cada vez que alguno se compra un vehículo, por ejemplo. Y como Romerillo es de esa rama familiar mantiene la misma creencia y costumbre.